Conocer la Biblia es muy importante para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Éxodo 3
1 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
2 Y se le apareció el Angel Del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
4 Viendo El Señor que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: !!Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7 Dijo luego El Señor: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
8 y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
9 El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10 Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
12 Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.
13 Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: El Señor,el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
16 Ve, y reúne a los ancianos de Israel, y diles: El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto;
17 y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel.
18 Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: El Señor el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios al Señor nuestro Dios.
19 Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.
20 Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir.
21 Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías;
22 sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y despojaréis a Egipto.
Lucas 8
1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,
2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,
3 Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
4 Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola:
5 El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron.
6 Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron.
8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
9 Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.
13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.
14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.
15 Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.
17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.
19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.
20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.
22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban.
24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: !!Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza.
25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea.
27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.)
30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.
32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso.
33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado.
37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió.
38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo:
39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban.
41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.
45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí.
47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.
50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.
51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta.
54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate.
55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer.
56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
Job 21
1 Entonces respondió Job, y dijo:
2 Oíd atentamente mi palabra, Y sea esto el consuelo que me deis.
3 Toleradme, y yo hablaré; Y después que haya hablado, escarneced.
4 ¿Acaso me quejo yo de algún hombre? ¿Y por qué no se ha de angustiar mi espíritu?
5 Miradme, y espantaos, Y poned la mano sobre la boca.
6 Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, Y el temblor estremece mi carne.
7 ¿Por qué viven los impíos, Y se envejecen, y aun crecen en riquezas?
8 Su descendencia se robustece a su vista, Y sus renuevos están delante de sus ojos.
9 Sus casas están a salvo de temor, Ni viene azote de Dios sobre ellos.
10 Sus toros engendran, y no fallan; Paren sus vacas, y no malogran su cría.
11 Salen sus pequeñuelos como manada, Y sus hijos andan saltando.
12 Al son de tamboril y de cítara saltan, Y se regocijan al son de la flauta.
13 Pasan sus días en prosperidad, Y en paz descienden al Seol.
14 Dicen, pues, a Dios: Apártate de nosotros, Porque no queremos el conocimiento de tus caminos.
15 ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿Y de qué nos aprovechará que oremos a él?
16 He aquí que su bien no está en mano de ellos; El consejo de los impíos lejos esté de mí.
17 Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, Y viene sobre ellos su quebranto, ¿Y Dios en su ira les reparte dolores!
18 Serán como la paja delante del viento, Y como el tamo que arrebata el torbellino.
19 Dios guardará para los hijos de ellos su violencia; Le dará su pago, para que conozca.
20 Verán sus ojos su quebranto, Y beberá de la ira del Todopoderoso.
21 Porque ¿qué deleite tendrá él de su casa después de sí, Siendo cortado el número de sus meses?
22 ¿Enseñará alguien a Dios sabiduría, Juzgando él a los que están elevados?
23 Este morirá en el vigor de su hermosura, todo quieto y pacífico;
24 Sus vasijas estarán llenas de leche, Y sus huesos serán regados de tuétano.
25 Y este otro morirá en amargura de ánimo, Y sin haber comido jamás con gusto.
26 Igualmente yacerán ellos en el polvo, Y gusanos los cubrirán.
27 He aquí, yo conozco vuestros pensamientos, Y las imaginaciones que contra mí forjáis.
28 Porque decís: ¿Qué hay de la casa del príncipe, Y qué de la tienda de las moradas de los impíos?
29 ¿No habéis preguntado a los que pasan por los caminos, Y no habéis conocido su respuesta,
30 Que el malo es preservado en el día de la destrucción? Guardado será en el día de la ira.
31 ¿Quién le denunciará en su cara su camino? Y de lo que él hizo, ¿quién le dará el pago?
32 Porque llevado será a los sepulcros, Y sobre su túmulo estarán velando.
33 Los terrones del valle le serán dulces; Tras de él será llevado todo hombre, Y antes de él han ido innumerables.
34 ¿Cómo, pues, me consoláis en vano, Viniendo a parar vuestras respuestas en falacia?
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