Rosalía Aquino estaba desencantada de la vida, con tan solo doce años de edad ya quería terminar con su vida por la violencia que había en su casa. Ella sufría fobia social y nerviosismo. Con el tiempo intentó ser feliz, pero su matrimonio fue un caos hasta que encontró la solución en la Universal.
“Me casé pensando que iba a ser feliz, que iba a poder formar la familia que nunca tuve. Al principio éramos felices, pero yo era muy nerviosa y agresiva con mi esposo, estábamos bien y de repente yo reaccionaba mal y le tiraba con lo que tenía cerca, quería verlo sangrar. Un día peleando con él rompí un cuadro con mis puños, agarré un vidrio y lo amenacé. No me daba cuenta de lo que estaba haciendo, recién cuando vi la sangre en mis manos me detuve”, relata.
Tuvo a su primer hija, pero en lugar de disfrutarla, debía buscar atención médica inmediata porque la bebé tenía fiebre las 24 horas del día. “Mi depresión aumentaba y no tenía paciencia ni con la bebé ni con mi esposo. Los médicos me recomendaron que buscara ayuda en otro lado porque no sabían qué era lo que tenía mi hija. Fui a una curandera y ella hizo un trabajo, yo hice todo lo que me pedía con tal de ver a mi hija sana, pero ella seguía enferma. Los médicos le detectaron un virus en su organismo, pero no encontraban un antibiótico que la ayudara.
El dinero nos comenzó a faltar, mi esposo llegaba a casa y no había comida ni ropa. Él casi perdió el trabajo porque no se podía concentrar debido a la enfermedad de mi hija. Habíamos comprado un auto y como estábamos tan mal comencé a planear la muerte de toda la familia, teníamos que tener un accidente, entonces provocaba peleas adentro del auto con mi hija y mi esposo para que él perdiera el control del vehículo, pero no lo logré”, agrega al recordar lo mal que estaba.
Cuando se enteró de que estaba embarazada de nuevo, intentó ahorcarse. Una madrugada, en pleno ataque de nervios, salió corriendo de su casa para tirarse abajo del tren. “No sé cómo llegué a la casa de mis padres, ellos me dijeron que tenía que buscar ayuda porque estaba desquiciada. Estuve tres meses viviendo con ellos. Como mi casa era un infierno y yo no quería eso ni para mí ni para mi hija, intenté volver con mi esposo.
Yo sufría con insomnio y una madruga al escuchar la programación de la Universal por la radio decidí hacer la oración y tomar el vaso con agua, recuerdo que esa noche pude dormir bien, algo que era imposible para mí. Me acerqué y empecé a hacer las cadenas con todas mis fuerzas. El primer día ya noté un cambio, lloré y le pedí perdón a Dios porque yo tenía mucho odio adentro mío.
Hoy mi vida está transformada, mis hijas están sanas, mi matrimonio fue restaurado, hay comprensión y compañerismo entre nosotros. Tenemos nuestra casa propia y un auto 0 km. En mi casa hay paz, felicidad y armonía, tengo la familia que tanto había soñado”, afirma sonriendo.
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