En los días de hoy, a través de revistas, anuncios y publicidades hay un bombardeo publicitario que nos acosa constantemente en todas partes y de diferente manera. Se vuelven algo cotidiano ante nuestros ojos. Pero… lo que nos muestran, ¿es la realidad?
Desde hace varios años, con los avances tecnológicos, se empezó a utilizar mucho el retoque fotográfico a través de programas de diseño en el circuito comercial.
Dejó de ser un problema, tanto para el fotógrafo, como para la o el modelo el tema de las arruguitas, celulitis, imperfecciones en la piel, algún rollito abdominal, etcétera. Lamentablemente, de un uso con un fin estético se pasó a un abuso de las herramientas digitales que permiten mejorar la calidad de una imagen.
Podemos ver que en demasiados casos se abusa del uso del retoque fotográfico, por ejemplo, es ilógico que una mujer con una edad que supera los 60 años no tenga ni una arruga en su rostro. Por más cuidado que haya tenido con su piel, es la ley de la vida que en esa etapa de su vida las arruguitas o líneas de expresión se noten.
Si bien las publicidades están pensadas para persuadir al público a que adquiera un producto y/o servicio que se ofrece, las imágenes que utilizan buscan que las personas, futuros clientes potenciales, se sientan identificados con el o la modelo. Ellos representan un ideal ireal en determinadas publicidades porque al aplicar demasiados retoques se comunica algo que realmente no es así en realidad. Como ejemplo podemos citar a las chicas que tienen un abdomen chato y perfecto, que son demasiado flacas u hombres muy musculosos, entre otras cosas. Todo este abuso de retoques a través de programas de edición de imágenes puede llegar a producir muchos daños psicológicos y físicos en las personas, como la bulimia o la anorexia, por querer llegar al físico de cierta modelo o hasta pensar en hacerse cirujias para evitar tener alguna arruguita en el rostro.
Tenemos que saber que no todo lo que vemos es así en realidad, que entre el original y lo que está delante de nuestros ojos, en la vía pública o en algún medio gráfico o televisivo, es producto de una serie de intervenciones digitales. Comprender que no todo lo que se nos presenta en imágenes es lo que aparenta ser y saber que el cuerpo perfecto no existe nos ayudará a lidiar con frustraciones innecesarias.
De lo contrario pueden llegar a ser muy graves las consecuencias que podemos tener al obsesionarnos con lo que nos muestran las publicidades como real.
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