“Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí.” (Salmo 51.10)
Cuando el corazón del hombre es transformado y acontece el nuevo nacimiento por obra y gracia del Espíritu Santo, su espíritu queda fuerte, nada lo abate, ni tribulación ni persecución, pues confia en las Promesas de Dios.
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