Los problemas de Verónica Minguito comenzaron cuando era una niña. “A los 9 años quedé inválida, un día me quise levantar de la cama y no me respondían las piernas. Me hicieron estudios y no encontraron nada, hasta que fuimos a consultar a una persona que trabajaba con los espíritus y empecé a caminar, pero mi vida empeoró. Empecé a tener problemas espirituales, veía a personas que se habían muerto, sabía el día y la hora en la que una persona iba a morir. Sentía que me tocaban las piernas, que caminaban hasta mi cama y que me respiraban encima. Me tenía que tapar hasta la cabeza, porque sentía que había alguien ahí.
A mi marido lo conocí a los 13 años y a los 16 quedé embarazada. Yo no sabía que él se drogaba de lunes a lunes, no me daba cuenta. Su carácter fue cambiando, era cada vez más fuerte. Cuando empezamos a edificar en nuestro terreno fue peor, él seguía tomando y drogándose. Consumía y no le importaba nada, se volvía loco.
Yo estaba en mi casa esperándolo con el corazón en la boca. Él había tomado el hábito de desaparecer los viernes y volver los domingos, los viernes cobraba y se iba con la plata. Yo tenía que estar siempre atenta, si tocaba bocina a las dos de la mañana, yo tenía que tener la comida preparada y si no estaba lista, me golpeaba. También tenía que salir a comprar bebidas alcohólicas o se ponía agresivo y se iba.
Nuestra relación fue violenta, él me golpeaba cada vez más y yo me cubría los golpes. No quería que mis nenes me vieran, ni que escucharan lo que pasaba, por eso, cuando me pegaba, discutía en voz baja, no hacía ruido ni gritaba. Cuando sabía que venían los golpes, trataba de cubrirme y hacía silencio, para que ellos no me vieran. Él consumía y perdía la cabeza. La plata no alcanzaba porque se iba todo en su vicio. Él compraba mercadería, pero era poco y en casa no había plata.
Entonces dije basta, decidí separarme, él no se quería ir, aunque yo le pidiera que se vaya. Estábamos separados bajo el mismo techo, dormíamos en camas separadas y había momentos en los que me obligaba a estar con él y yo para que mis hijos no escucharan no decía nada. Me empecé a enfermar, vi mi propia muerte antes de enfermarme. En un momento de crisis le conté, pero él me dijo que estaba loca. Después de eso me enfermé más. Fuimos a los médicos y no me encontraban nada. Me desmayaba y me costaba reaccionar, yo quería avisar que me sentía mal, pero me desvanecía.
Un día tuve fiebre y él me llevó al médico, me hicieron un estudio de embarazo y me dijeron que estaba embarazada de tres meses, yo empecé a llorar. Después me seguí sintiendo mal y encontraron que tenía una arritmia cardíaca que no tenía cura. El obstetra me dijo que el bebé iba a nacer bien, pero que yo iba a morir en el parto. Ese día le dije a mi marido que se vaya, porque me iba a morir y quería estar sola con mis hijos. Él pensaba que yo me hacía la enferma.
Un día como a las dos de la mañana él estaba mirando la tele y encontró el programa de la Universal y empezó a participar. Me invitó y yo no quería, pero después vi que había cambiado, dejó los vicios y su carácter cambió. Un día me descompuse tan mal que creí que me moría y aunque no tenía ganas de entrar, entré a la iglesia. Lo primero que sentí fue paz.
A partir de ese momento todo comenzó a cambiar, él se liberó de los vicios, tuve a mi bebé sin problemas, porque usando la fe me curé. Entramos separados y a los 8 meses nos casamos, empezamos de nuevo y somos muy felices”.
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