Por lo general en Latinoamérica, la decisión de no ser padres aún es visto como algo extraña. A pesar de ello, cada vez es menor la tasa de natalidad.
Hacen oídos sordos a los mandatos sociales y deciden, sin culpa, que el núcleo familiar se limite solo a dos, sin lugar para un tercero. Se los conoce como DINK, acrónimo de Double Income, No Kids, o “Doble Ingreso Sin Hijos” y es un fenómeno creciente.
Se trata de parejas de entre 25 y 39 años que cada vez más optan por no tener hijos en favor de una mayor independencia económica, desarrollo profesional y tiempo disponible para el ocio.
“Las explicaciones sociales a este fenómeno hay que buscarlas en las expectativas de las mujeres por una mejor posición social, que implican mayores niveles educativos y mejores posiciones laborales. De allí que se postergue la llegada y también se reduzca la cantidad de hijos a tener”, señala Victoria Mazzeo, doctora en Ciencias Sociales y jefa del Departamento Análisis Demográfico de la Dirección General de Estadística y Censo, de la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Según la Encuesta Anual de Hogares 2007, publicada en 2009 por la Dirección General de Estadísticas y Censos, el tránsito de las familias a lo largo del tiempo ha dado origen al concepto de etapas del ciclo de vida familiar, que se refiere a las distintas fases por las que pueden transitar los hogares de tipo familiar.
Dentro de ellas se encuentran “Pareja joven sin hijos”, definida como pareja que no ha tenido hijos, donde la mujer tiene menos de 40 años. La encuesta señala que en la ciudad de Buenos Aires, en 2007 estas parejas representaban el 11,3% de los hogares nucleares completos (cerca de 65.000 hogares). Estos hogares tienen alto ingreso per cápita familiar respecto al total de la ciudad y en su mayoría (83%) están ubicados en los quintiles de ingresos más ricos.
“Esta tendencia pertenece mas bien a las metrópolis, a las civilizaciones en progreso ya que aún no sucede en las pequeñas ciudades ni en los pueblos, qué decir, ni siquiera en el Gran Buenos Aires donde los niños siguen naciendo de jóvenes madres, por lo general acogidas en sus familias de origen”, señala por su parte la licenciada Jazmín Gulí, psicóloga especializada en Constelaciones Familiares y Terapias de Pareja.
En cualquier caso, los DINK no tienen que preocuparse por asistir a los actos del colegio, pueden salir de vacaciones en cualquier mes del año, y a menudo se permiten consumir artículos y servicios que para muchos pueden resultar de lujo. Salen más seguido a comer afuera y llevan una vida muy saludable, dedicando gran parte de su tiempo libre a hacer ejercicio y llevar una dieta equilibrada.
Estas parejas rompen con la concepción tradicional de familia, y defienden su elección como una opción cada vez más viable a la hora de elegir un modelo de vida.
Las estadísticas así lo demuestran. No es casual que a partir de la década del 80, las mujeres aumentaron progresivamente su edad para contraer matrimonio. La media en esa década fue de 26 años, en los noventa fue de 28 años y supera los 30 años para la década de 2000.
“Este corrimiento de la edad a la primera unión se corrobora al examinar la edad promedio de las madres que dieron a luz por primera vez, que osciló entre los 26 y 28 años durante las décadas de 1980 y 1990 y supera los 29 años a partir de 2000. Como resultado la tasa global de fecundidad (cantidad de hijos por mujer) en 2001 mantuvo el mismo nivel que en 1991 (1,8 hijos por mujer) pero descendió con respecto a 1980 (2 hijos por mujer)” apunta Mazzeo.
Críticas
Con 13 años de casados y sin hijos, Tatiana Carrico, de 36 años, y Eduardo Carrico de 45 años (foto), son constantemente cuestionados. “Escuchamos preguntas incluso de personas conocidas recientemente, como por ejemplo: ‘Con 13 años juntos, ¿cómo puede ser que no tengan un hijo?’, ‘¿Quién los cuidará en la vejez?’, ‘¿No creen que son egoístas pensando solo en ustedes dos?’”, cuenta Tatiana. Sin embargo, las preguntas no cambian la decisión de la pareja, que incluso una vez consideró la idea. “Entonces decidí cursar la facultad, después de esto y consecuentemente, asumimos nuevos desafíos en el trabajo y excluimos la posibilidad de tener hijos”, dice Tatiana.
Además del pensamiento de que “un hijo es una responsabilidad para toda la vida”, la decisión de este matrimonio fue influenciada por la forma en la que hoy viven los jóvenes. “Los cambios que surgen en el mundo a lo largo de los años y la inversión de los valores tuvieron un papel fundamental en nuestra elección”, afirma Tatiana.
Cuestión de elección
Muchos optan por tener hijos pensando solo en la etapa de bebés. Sin embargo, el niño un día se convertirá en un adolescente y más tarde en un adulto. La responsabilidad como padre y madre no es solo material, sino, sobre todo, espiritual. “Si usted trae un hijo a este mundo, la probabilidad de que él se convierta al Señor Jesús, ¿es grande o pequeña? Utilice la razón. Estamos en el Fin”, advierte el obispo Edir Macedo.
En lo que respecta a la aproximación del Fin de los Tiempos, la Biblia afirma que veríamos algunas señales:
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno…” (2 Timoteo 3:1-3)
Ante esta descripción bíblica, ¿no es exactamente eso lo que estamos presenciando actualmente?
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