Conocer la Biblia es muy importante para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Números 12
1 María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita.
2 Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado el Señor? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó el Señor.
3 Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.
4 Luego dijo el Señor a Moisés, a Aarón y a María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres.
5 Entonces el Señor descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos.
6 Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta del Señor, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.
7 No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa.
8 Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia del Señor. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9 Entonces la ira del Señor se encendió contra ellos; y se fue.
10 Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa.
11 Y dijo Aarón a Moisés: !!Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado.
12 No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne.
13 Entonces Moisés clamó al Señor, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora.
14 Respondió el Señor a Moisés: Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación.
15 Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos.
16 Después el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán.
Números 13
1 Y el Señor habló a Moisés, diciendo:
2 Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos.
3 Y Moisés los envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra del Señor; y todos aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel.
4 Estos son sus nombres: De la tribu de Rubén, Samúa hijo de Zacur.
5 De la tribu de Simeón, Safat hijo de Horí.
6 De la tribu de Judá, Caleb hijo de Jefone.
7 De la tribu de Isacar, Igal hijo de José.
8 De la tribu de Efraín, Oseas hijo de Nun.
9 De la tribu de Benjamín, Palti hijo de Rafú.
10 De la tribu de Zabulón, Gadiel hijo de Sodi.
11 De la tribu de José: de la tribu de Manasés, Gadi hijo de Susi.
12 De la tribu de Dan, Amiel hijo de Gemali.
13 De la tribu de Aser, Setur hijo de Micael.
14 De la tribu de Neftalí, Nahbi hijo de Vapsi.
15 De la tribu de Gad, Geuel hijo de Maqui.
16 Estos son los nombres de los varones que Moisés envió a reconocer la tierra; y a Oseas hijo de Nun le puso Moisés el nombre de Josué.
17 Los envió, pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al Neguev, y subid al monte,
18 y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso;
19 cómo es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si son campamentos o plazas fortificadas;
20 y cómo es el terreno, si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas.
21 Y ellos subieron, y reconocieron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rehob, entrando en Hamat.
22 Y subieron al Neguev y vinieron hasta Hebrón; y allí estaban Ahimán, Sesai y Talmai, hijos de Anac. Hebrón fue edificada siete años antes de Zoán en Egipto.
23 Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos.
24 Y se llamó aquel lugar el Valle de Escol,[a] por el racimo que cortaron de allí los hijos de Israel.
25 Y volvieron de reconocer la tierra al fin de cuarenta días.
26 Y anduvieron y vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la congregación, y les mostraron el fruto de la tierra.
27 Y les contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella.
28 Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac.
29 Amalec habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.
30 Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos.
31 Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros.
32 Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.
33 También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.
Salmos 49
1 Oíd esto, pueblos todos; escuchad, habitantes todos del mundo,
2 Así los plebeyos como los nobles, el rico y el pobre juntamente.
3 Mi boca hablará sabiduría, y el pensamiento de mi corazón inteligencia.
4 Inclinaré al proverbio mi oído; declararé con el arpa mi enigma.
5 ¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?
6 Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
7 Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate
8 (Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás),
9 Para que viva en adelante para siempre, y nunca vea corrupción.
10 Pues verá que aun los sabios mueren; que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, y dejan a otros sus riquezas.
11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones para generación y generación; dan sus nombres a sus tierras.
12 Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que perecen.
13 Este su camino es locura; con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. (Selah)
14 Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará, y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada.
15 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo. (Selah)
16 No temas cuando se enriquece alguno, cuando aumenta la gloria de su casa;
17 Porque cuando muera no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria.
18 Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, y sea loado cuando prospere,
19 Entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz.
20 El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen.
Isaías 2
2 Lo que vio Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y de Jerusalén.
2 Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
3 Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor.
4 Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
5 Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz del Señor.
6 Ciertamente tú has dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres traídas del oriente, y de agoreros, como los filisteos; y pactan con hijos de extranjeros.
7 Su tierra está llena de plata y oro, sus tesoros no tienen fin. También está su tierra llena de caballos, y sus carros son innumerables.
8 Además su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos.
9 Y se ha inclinado el hombre, y el varón se ha humillado; por tanto, no los perdones.
10 Métete en la peña, escóndete en el polvo, de la presencia temible del Señor, y del resplandor de su majestad.
11 La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y el Señor solo será exaltado en aquel día.
12 Porque día del Señor de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido;
13 sobre todos los cedros del Líbano altos y erguidos, y sobre todas las encinas de Basán;
14 sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados elevados;
15 sobre toda torre alta, y sobre todo muro fuerte;
16 sobre todas las naves de Tarsis, y sobre todas las pinturas preciadas.
17 La altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo el Señor será exaltado en aquel día.
18 Y quitará totalmente los ídolos.
19 Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible del Señor, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra.
20 Aquel día arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase,
21 y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable del Señor, y por el resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra.
22 Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz; porque ¿de qué es él estimado?
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