Hay una gran diferencia entre el “hombre natural” y el “hombre espiritual”. Ellos se oponen porque hay un elemento importante que los separa: la fe.
El “hombre natural”, observa la vida sin el uso de la fe. Para él, las cosas funcionan de la misma manera como naturalmente deben funcionar. Por eso, él no logra comprender las grandiosidades que la fe viva en Dios puede promover.
Como el apóstol Pablo observó: “… y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:4-5)
En ese pasaje bíblico, el apóstol Pablo demuestra la diferencia que hay entre la “sabiduría humana” y la “demostración del Espíritu y de poder”. Solamente quien vive a través de una fe inteligente, que no está basada en religiones, alcanza esa demostración del poder de Dios. ¿Cómo explicar la apertura del Mar Rojo para que el pueblo hebreo pudiera cruzarlo? ¿Cómo explicar las curas imposibles y otros milagros? Solo quien tiene esa fe puede observar y comprender esas cosas.
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que Le aman.” (2 Corintios 2:9)
Quien quiera ver la grandiosidad de Dios, debe dejar de pensar como el mundo para pensar a través de esa fe. Donde hay manifestación del Espíritu del Señor, allí hay vida y poder.
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura; y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Corintios 2:14)
Cuando la persona está entregada a Dios, su espíritu está bajo el cuidado del Altísimo.
Si usted aún no conoce esta fe, participe aún hoy de una reunión en la Universal más cercana a su domicilio. Vea las direcciones aquí. Acérquese, no pierda más tiempo.
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