“Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.”, (Daniel 9:18).
Los seguidores del Señor Jesús nos sentimos como Él, hijos de Dios, por eso presentamos nuestras súplicas con intrepidez. Pero eso es solo gracias a Su misericordia y no por que nos creamos perfectos.
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