Conocer la Biblia es muy importante para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Deuteronomio 3
1 Volvimos, pues, y subimos por el camino de Basán, y Og, rey de Basán, nos salió al encuentro con todo su pueblo para pelear en Edrei.
2 Pero el Señor me dijo: “No le tengas miedo, porque en tu mano yo lo he entregado a él, y a todo su pueblo y su tierra; y harás con él tal como hiciste con Sehón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón.”
3 Así que el Señor nuestro Dios entregó también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo en nuestra mano, y los herimos hasta que no quedaron sobrevivientes.
4 Y tomamos en aquel entonces todas sus ciudades; no quedó ciudad que no les tomáramos: sesenta ciudades, toda la región de Argob, el reino de Og en Basán.
5 Todas éstas eran ciudades fortificadas con altas murallas, puertas y barras, aparte de muchos otros pueblos sin murallas.
6 Las destruimos totalmente, como hicimos con Sehón, rey de Hesbón, exterminando a todos los hombres, mujeres y niños de cada ciudad;
7 pero tomamos como nuestro botín todos los animales y los despojos de las ciudades.
8 Así tomamos entonces la tierra de mano de los dos reyes de los amorreos que estaban del otro lado del Jordán, desde el valle del Arnón hasta el monte Hermón
9 (los sidonios llaman a Hermón, Sirión, y los amorreos lo llaman Senir):
10 todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán, hasta Salca y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán.
11 (Porque sólo Og, rey de Basán, quedaba de los gigantes. Su cama era una cama de hierro; está en Rabá de los hijos de Amón. Tenía nueve codos de largo y cuatro codos de ancho, según el codo de un hombre.)
12 Tomamos posesión, pues, de esta tierra en aquel tiempo. Desde Aroer, que está en el valle del Arnón, y la mitad de la región montañosa de Galaad y sus ciudades, se la di a los rubenitas y a los gaditas.
13 Y el resto de Galaad y todo Basán, el reino de Og, toda la región de Argob, se la di a la media tribu de Manasés. (En cuanto a todo Basán, se le llama la tierra de los gigantes.
14 Jair, hijo de Manasés, tomó toda la región de Argob hasta la frontera con Gesur y Maaca, y la llamó, es decir a Basán, según su propio nombre, Havot-jair, como se llama hasta hoy.)
15 Y a Maquir le di Galaad.
16 A los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el valle del Arnón, el medio del valle como frontera, hasta el arroyo Jaboc, frontera de los hijos de Amón;
17 también el Arabá, con el Jordán como frontera, desde el Cineret hasta el mar del Arabá, el mar Salado, al pie de las laderas del Pisga al oriente.
18 Y en aquel tiempo yo os ordené, diciendo: “El Señor vuestro Dios os ha dado esta tierra para poseerla; todos vosotros, hombres valientes, cruzaréis armados delante de vuestros hermanos, los hijos de Israel.
19 “Pero vuestras mujeres, vuestros pequeños y vuestro ganado (yo sé que tenéis mucho ganado), permanecerán en las ciudades que os he dado,
20 hasta que el Señor dé reposo a vuestros compatriotas como a vosotros, y posean ellos también la tierra que el Señor vuestro Dios les dará al otro lado del Jordán. Entonces podréis volver cada hombre a la posesión que os he dado.”
21 Y ordené a Josué en aquel tiempo, diciendo: “Tus ojos han visto todo lo que el Señor vuestro Dios ha hecho a estos dos reyes; así hará el Señor a todos los reinos por los cuales vas a pasar.
22 “No les temáis, porque el Señor vuestro Dios es el que pelea por vosotros.”
23 Yo también supliqué al Señor en aquel tiempo, diciendo:
24 “Oh Señor Dios, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que pueda hacer obras y hechos tan poderosos como los tuyos?
25 “Permíteme, te suplico, cruzar y ver la buena tierra que está al otro lado del Jordán, aquella buena región montañosa y el Líbano.”
26 Pero el Señor se enojó conmigo a causa de vosotros, y no me escuchó; y el Señor me dijo: “¡Basta! No me hables más de esto.
27 “Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al occidente, al norte, al sur y al oriente, y mírala con tus propios ojos, porque tú no cruzarás este Jordán.
28 “Pero encarga a Josué, y anímale y fortalécele, porque él pasará a la cabeza de este pueblo, y él les dará por heredad la tierra que tú verás.”
29 Y nos quedamos en el valle frente a Bet-peor.
Salmos 85
1 Oh Señor, tú mostraste favor a tu tierra, cambiaste la cautividad de Jacob.
2 Perdonaste la iniquidad de tu pueblo, cubriste todo su pecado. (Selah)
3 Retiraste toda tu furia, te apartaste del ardor de tu ira.
4 Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, haz cesar tu indignación contra nosotros.
5 ¿Estarás airado con nosotros para siempre? ¿Prolongarás tu ira de generación en generación?
6 ¿No volverás a darnos vida para que tu pueblo se regocije en ti?
7 Muéstranos, oh Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.
8 Escucharé lo que dirá Dios el Señor, porque hablará paz a su pueblo, a sus santos; pero que no vuelvan ellos a la insensatez.
9 Ciertamente cercana está su salvación para los que le temen, para que more su gloria en nuestra tierra.
10 La misericordia y la verdad se han encontrado, la justicia y la paz se han besado.
11 La verdad brota de la tierra, y la justicia mira desde los cielos.
12 Ciertamente el Señor dará lo que es bueno, y nuestra tierra dará su fruto.
13 La justicia irá delante de El, y pondrá por camino sus pasos.
Salmos 86
1 Inclina, oh Señor, tu oído y respóndeme, porque estoy afligido y necesitado.
2 Guarda mi alma, pues soy piadoso; tú eres mi Dios; salva a tu siervo que en ti confía.
3 Ten piedad de mí, oh Señor, porque a ti clamo todo el día.
4 Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, elevo mi alma.
5 Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.
6 Escucha, oh Señor, mi oración, y atiende a la voz de mis súplicas.
7 En el día de la angustia te invocaré, porque tú me responderás.
8 No hay nadie como tú entre los dioses, oh Señor, ni hay obras como las tuyas.
9 Todas las naciones que tú has hecho vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre.
10 Porque tú eres grande y haces maravillas; sólo tú eres Dios.
11 Enséñame, oh Señor, tu camino; andaré en tu verdad; unifica mi corazón para que tema tu nombre.
12 Te daré gracias, Señor mi Dios, con todo mi corazón, y glorificaré tu nombre para siempre.
13 Porque grande es tu misericordia para conmigo, y has librado mi alma de las profundidades del Seol.
14 Oh Dios, los arrogantes se han levantado contra mí, y una banda de violentos ha buscado mi vida, y no te han tenido en cuenta.
15 Mas tú, Señor, eres un Dios compasivo y lleno de piedad, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad.
16 Vuélvete hacia mí, y tenme piedad; da tu poder a tu siervo, y salva al hijo de tu sierva.
17 Muéstrame una señal de bondad, para que la vean los que me aborrecen y se avergüencen, porque tú, oh Señor, me has ayudado y consolado.
Isaías 31
1 ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda! En los caballos buscan apoyo, y confían en los carros porque son muchos, y en los jinetes porque son muy fuertes, pero no miran al Santo de Israel, ni buscan al Señor.
2 Pero El también es sabio y traerá el mal, y no se retractará de sus palabras; sino que se levantará contra la casa de los malhechores y contra la ayuda de los que obran iniquidad.
3 Pues los egipcios son hombres, y no Dios, y sus caballos son carne, y no espíritu; el Señor, pues, extenderá su mano, y el que ayuda tropezará, y el que recibe ayuda caerá; todos ellos a una perecerán.
4 Porque así me dice el Señor: Tal como gruñe el león o el leoncillo sobre su presa, contra el que se reúne una multitud de pastores, y no se atemoriza de sus voces ni se acobarda por su multitud, así descenderá el Señor de los ejércitos para combatir sobre el monte Sion y sobre su collado.
5 Como aves que vuelan, así protegerá el Señor de los ejércitos a Jerusalén; la protegerá y la librará, la perdonará y la rescatará.
6 Volved a aquel de quien tan profundamente os habéis apartado, oh hijos de Israel.
7 Porque en aquel día cada uno repudiará sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que os han hecho vuestras manos pecadoras.
8 El asirio caerá por espada no de hombre, y la espada no humana lo devorará; no escapará de la espada, y sus jóvenes serán sometidos a trabajos forzados.
9 Su fortaleza a causa del terror pasará, y sus príncipes se espantarán ante el estandarte — declara el Señor, que tiene su fuego en Sion y su horno en Jerusalén.
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