Yo fallo, usted falla y él falla. Todos fallamos. Pero, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, ¡no tiene el DERECHO DE FALLAR!
Todas Sus promesas son garantizadas por Su juramento hecho a Abraham. Pero no quiere decir que se cumplirán automáticamente o incluso de acuerdo con nuestros caprichos. Ellas dependen de actitudes de fe. Y la fe es el acto de lanzarse de cuerpo, alma y espíritu sobre la determinada Palabra de Dios. Esto exige coraje. Coraje para poner la fe en acción y no renunciar a ello, aun delante de las situaciones más adversas.
El médico da un diagnóstico (palabra), el paciente cree y, entonces, se somete al tratamiento indicado. Si el doctor se equivoca, el paciente puede incluso morir. Esta hipótesis no existe cuando se trata de la fe en la Palabra del Señor Jesucristo.