Quien espera ver o sentir para conquistar algo por la fe va a morir esperando.
Los religiosos son así: necesitan ver o sentir para creer, como Tomás.
La fe es certeza. Certeza de que Dios hará lo que prometió hacer. Nada que ver con los sentimientos.
Abraham es uno de los mayores ejemplos de fe. No realizó ningún milagro. Pero su firme dependencia de Dios lo convirtió en el padre en la fe de los que hicieron grandes milagros.
Su fe no estaba apoyada en hechos extraordinarios, sino en la perseverancia de la dependencia diaria del Altísimo.
La única señal que Abraham recibió de Dios, de que sería padre de numerosas naciones, fueron las estrellas.
Desde el punto de vista humano, todo contrariaba la Promesa Divina.
1 – Edad avanzada – cien años;
2 – Sara, su mujer, ya había pasado la edad de tener hijos – noventa años;
3 – Era estéril de nacimiento.
Súmese a eso: las peregrinaciones, las dificultades de locomoción y los peligros del desierto.
Aun así, manteniéndose firme en la dependencia Divina, creyó contra esperanza.
Tal vez el lector esté viviendo un problema, a los ojos humanos, imposible de resolver.
Usted tiene en Abraham un ejemplo vivo de fidelidad de Dios.
Basta abrir la ventana, durante la noche, y observar las estrellas, las mismas que vio Abraham. Y como Dios habló con él a través de ellas, lo hará también con usted.
Ellas se mantienen firmes en el cielo, no solo para ser admiradas, sino, sobre todo, para atestiguar que la Palabra del Dios de Abraham se cumple hoy, de la misma forma como se cumplió en el pasado.
Ellas sirvieron de señal para Abraham y continúan sirviendo de señal para quien quiera creer.
¡Que el Señor Dios de Abraham abra sus ojos espirituales para ver Sus señales!