Gustavo: “Al casarme empezaron los problemas. Tuvimos hijos y, de un momento a otro, quien fue mi esposa, me dijo que no quería continuar con el matrimonio.
Empecé a vivir de una manera bastante alocada, incluso llegué a probar cocaína. Hasta fui a consultar las cartas. En esa época, tenía un negocio y se generaron deudas. Busqué a los espíritus y la caída económica fue más vertiginosa, hasta que tuve que cerrar el local.
De noche no dormía, pensaba de qué manera me podía matar.Planeaba ponerme una escopeta en la boca y terminar con todo. No lo hice por mis hijos. Esa misma noche, prendí el televisor y un señor decía que los problemas tenían solución; que tomara un vaso de agua e hiciera la oración, era un Pastor de la Universal. Lo hice y fue la primera vez, en mucho tiempo, que dormí de noche.
De tanto intentar venir a la Iglesia, llegué. Al asistir a las reuniones se dio una nueva lucha. No fue fácil despegarme de todo el bagaje espiritual que traía.
Estaba lleno de deudas, hipotecas y embargos. No tenía capital, vivía en la casa de mis padres. Luego, empecé a emprender, el trabajo rindió sus frutos y liquidé lo que debía. Al fallecer mi padre, me quedó una hipoteca, la cancelé y hoy es mi casa.
Los problemas que tuve, uno a uno, han sido revertidos. Cuando uno necesita algo urgente y hace lo que debe, Dios responde.
Al usar la fe, la forma de encarar las dificultades cambia. Me casé, estoy bien con hijos, tengo mi emprendimiento y dos vehículos”.
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