¿Usted sabía que su condición espiritual en la vida diaria influye en el destino eterno de su alma? – Ser religioso no es lo mismo que ser cristiano. Hay muchas personas que piensan que, por el hecho de haber recibido el Espíritu Santo, por ser fieles diezmistas, por haber recibido bendiciones o por ser miembros presentes y activos en la iglesia, están bien con Dios, sin embargo, se engañan a sí mismos. Están caídos dentro de las iglesias. Son dracmas perdidas y, la mayoría, ni se da cuenta.
Generalmente, todo comienza de manera muy sutil. Son las obligaciones o los quehaceres de la vida que comienzan a ocupar el tiempo que, otrora, se separaba para Dios; es una “mentira piadosa” u otros “pequeños pecados” que, supuestamente, no hacen ninguna diferencia y todo, aparentemente, sigue su curso sin problemas.
El tema es que Dios no considera irrelevantes estos “errores insignificantes”, porque, de a poco, matan la comunión con Altísimo, apagan el primer amor, hacen que la persona entre en estado de “piloto automático” y, lo peor de todo, que pierda la Salvación de su alma.
Es decir, todo lo que usted “haga” para el Creador no garantiza su Salvación, sino la persona que usted “sea” ante Él.
Por este motivo es que daremos a conocer algunas señales que dejan en evidencia que la persona ha perdido la Salvación.
• No tiene placer en hablar con Dios:
Falta de tiempo y cansancio son las excusas más comunes que utilizan las personas que comienzan a descuidar su comunión con el Creador. El Altísimo estableció la oración para que podamos expresarle, de manera sincera, todo lo que hay en nuestro interior.
• No tiene placer en conocer la voluntad del Señor:
La persona perdió el interés por comprender y aplicar el deseo de Dios en su vida, y esto se debe a que la comunión con Dios se apagó. Así como en la oración el ser humano habla con Dios, a través de la Biblia, el Señor Jesús Se expresa hacia nosotros y nos muestra cuál es Su buena, agradable y perfecta voluntad para nuestras vidas. Por eso, es extremadamente importante leer y meditar en Su Palabra.
• Miedo a la muerte:
Por estar espiritualmente lejos de Dios, la persona le teme a la muerte porque sabe que, si no reestablece su comunión con el Altísimo, el destino de su alma será, inevitablemente, el infierno.
• Miedo a no ser arrebatado:
El punto anterior se asemeja a este, ya que la persona que le teme a la muerte también le atemoriza el día del arrebatamiento, porque debido a su modo de vida que no ha agradado a Dios, sabe que, si no se arrepiente, no será arrebatada.
• Valora más las cosas materiales que las espirituales:
Cuando el afán de resolver problemas, eliminar ansiedades y liquidar preocupaciones se vuelve una prioridad y lo espiritual pasa a segundo plano, se pierde totalmente la visión de la Salvación.
• Quiere agradar más a las personas que a Dios:
Muchos “cristianos” no soportan la idea de ser excluidos o reprobados por las personas que los rodean. Familiares, amistades, parejas, compañeros de estudio o trabajo, etc., la opinión del entorno inquieta mucho más que lo que Dios piense al respecto de estos supuestos seguidores de Jesús.
• No tiene temor:
El temor a Dios no es miedo, sino un profundo respeto hacia el Altísimo y el hecho de mantenerse alejado de las cosas que Lo desagradan. Hay quienes subestiman a Dios, y no Lo consideran en su día a día. Por lo tanto, no les afecta dejarse influenciar por chismeríos, malicia, celos, mentiras, etc.
• No se concentra en la alabanza, en la oración ni en la adoración:
La persona no logra concentrarse en el momento de buscar el Espíritu Santo. Deja que las preocupaciones u otros pensamientos ocupen su mente en ese momento. Sus oraciones son repeticiones o palabras vacías que no expresan su verdadero estado espiritual.
• Perdió la alegría de la Salvación:
La alegría resplandece en el rostro de los que realmente están salvos, es una felicidad y una paz que va más allá de las circunstancias. La persona que descuidó su comunión con Dios perdió este brillo especial.
• El mensaje siempre es para los demás:
La Palabra de Dios se renueva permanentemente, pero, a partir del momento en el que se cree que los mensajes y las prédicas que se escuchan siempre van dirigidas hacia los demás y no a uno mismo, es una clara evidencia de que se perdió la sensibilidad espiritual.
Si en su vida existe al menos una de estas señales, sea sincero con Dios y consigo mismo, arrepiéntase y corríjase para que, después, no tenga que lamentarlo. Recupere su comunión con el Altísimo y el gozo de la Salvación.