Cuando una persona recibe el Espíritu Santo, se vuelve la propia bendición. A donde vaya, de ella brota constantemente, agua de vida. Siempre tendrá una palabra de fuerza y aliento para los que la rodean.
Los que no tienen el Espíritu Santo son negativos y se dejan vencer, los que sí, son positivos y levantan a los demás. El Señor no quiere que la persona reciba solo bendiciones, sino que sea la propia bendición, la fuente, ¿cómo serlo?
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba.”, (Juan 7:37).
Jesús aquí está invitando a los que tienen sed: “Si alguno tiene sed…”
Una persona que está sedienta, es capaz de hacer cualquier cosa para conseguir agua. Por otro lado, a algunos les gusta venir a la iglesia, pero no tienen sed del Espíritu Santo. Si la tuvieran, estarían dispuestos a cualquier cosa para tenerlo. Es necesario que se sientan perdidos para poder ser hallados.
“El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de Agua Viva.”, (Juan 7:38).
Todos tienen la posibilidad de ser esa fuente. Debe creer en Él como dice la Escritura. Leer la Biblia, meditar en ella, para que sus pensamientos sean iluminados. Estar dispuesto a obedecer, a hacer lo que está escrito. “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”, (Juan 7:39).
Jesús está diciendo que esa fuente es el Espíritu Santo. Él quiere entrar en nuestra vida, al tenerlo pasamos a ser hijos de Dios. Solo dependerá del Señor.Tendrá fuerza y aliento para los que están a su alrededor. No estará deprimido, ni agobiado.
Los problemas vienen, pero los que tienen el Espíritu Santo los vencen y, cuando alguien cerca de ellos está caído, pueden levantarlo. El Espíritu Santo es la Fuente, y cuando la persona Lo recibe, tiene para dar, en ella siempre habrá gozo y alegría.
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