El cristiano que cree que el diablo desistió de su alma solo porque se convirtió, se engaña.
Como lúcifer no tiene salvación, lo que hace es luchar para destruir a los hijos de Dios. Por eso presiona a los escogidos de diversas formas para que vuelvan al pecado.
Sin embargo, la decisión de ceder a las embestidas del diablo es siempre de cada uno. En la Biblia vemos la historia de José, hijo de Jacob, el primero que tuvo con Raquel. Él era el preferido de su padre y eso generó envidia en sus hermanos. Motivados por los celos, se deshicieron de él, la familia creyó que estaba muerto.
José tuvo muchos motivos para dejar la fe. Era joven cuando una caravana de madianitas se lo llevó como esclavo a Egipto para ser vendido como esclavo a Potifar, que trabajaba para el Faraón.
El joven era obediente y supervisaba la casa de su amo. Pero su esposa se interesó en él e intentó seducirlo. José temía a Dios y se negó a sus propuestas, sabía que eran totalmente contra la voluntad del Señor que él estuviera con una mujer casada.
Furiosa, la mujer de Potifar se vengó e hizo que su marido creyera que José había intentado abusar de ella. Él creyó en esa mentira, se enojó y lo mandó a la prisión.
A pesar de que todo salía mal, él no se desanimó, ni dejó la fe. Vale recordar que en la cárcel fue bendecido por Dios y ocupó una posición importante.
Dios nos muestra Su voluntad cuando dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”, (Santiago 4:7).
Eso significa que la única manera posible de resistir al diablo es sometiéndose a Dios, obedeciendo y confiando totalmente en Él. El Creador es fiel y quiere cumplir el sueño de Sus hijos, pero para eso es necesario que haya confianza.
Entonces, si ha sido presionado por los problemas, pensamientos, resista, apéguese a la Palabra de Dios. El mal hará lo posible para sacarlo de la presencia del Altísimo. Por eso invierta siempre en su salvación.