Muchas personas creen en Dios desde la infancia, sin embargo, no han visto el resultado de esa creencia; viven una vida de mala calidad. Ellos se preguntan por qué no tienen el todo de Dios. La respuesta es porque Él no tiene el todo de ellas. Es decir, obtienen del Señor, exactamente lo que Le entregan.
“… porque Yo honraré a los que Me honran, y los que Me desprecian serán tenidos en poco.”, (1 Samuel 2:30).
Esta es la respuesta a la pregunta de muchas personas. Es la razón por la que sus vidas no cambia.
Ellas han despreciado a Dios, porque aman a algo o a alguien más que a Él. Ese desprecio al Señor es notorio cuando la persona no considera Su voz. Dios tiene que estar en primer lugar en nuestra vida.
La fe inteligente, se ve cuando la oración que sale de la boca de una persona se condice con sus actitudes ante Dios. Eso es la fe sincera, verdadera, la del sacrificio. Tal fe es diferente de la falsa. Para el Señor, no sirve hacer y no ser. Es por lo que muchos no reciben el Espíritu Santo, porque no se entregan.
Recibir Su Espíritu es una prueba de que se ha entregado a Dios en cuerpo, alma y espíritu. La fe pura y sincera es la que honra a Dios.
Dios tuvo fe en la humanidad a tal punto que dio a Su Único Hijo, en favor de la salvación del hombre. Por esa razón, la única manera en que la humanidad puede probar la fe es a través del sacrificio.
La fe del sacrificio, la del todo por todo, es la única que justifica al pecador.
Dios quiere que las personas se entreguen a Él para darles una nueva vida, ¡pero la entrega debe ser total! De lo contrario, tendrán de Dios, solo aquello que Le entreguen.
Jesús dice: “Dame tu corazón, te daré paz.” Si la persona se entrega a Él por completo, Jesús quita su carga y le da una nueva vida.
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