Una de las maravillas de la Santa Biblia es que se renueva todos los días y, cada vez que la abrimos con humildad y en espíritu de oración, nos revela algo nuevo, nos alimenta, nos habla, es la boca de Dios que habla con nosotros.
Quiero compartir algo que recibí de esta Palabra en los últimos días. Usted puede encontrar este texto en la Primera Carta a los Corintios (2:1-2), donde Pablo cuenta sobre el testimonio de Dios. Está escrito: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a Éste crucificado.” El testimonio era exactamente el Señor Jesús crucificado, el sacrificio que Dios presentó.
Lo que nosotros sacrificamos habla por nosotros. Cuando ofrecemos algo, eso se convierte en nuestro testimonio. Cuando observo el testimonio de Dios, al Señor Jesús entregado en la cruz por mí, veo cuán infinito es el amor de Dios. Pienso cuán grande es mi valor a Sus ojos por haber considerado mi vida digna del sacrificio de Su único Hijo.
En nuestra vida no es diferente. Todo lo que usted hace es una dádiva. Si usted lee este texto con atención, esto es una dádiva para usted, porque valora las palabras y les presta la atención que merecen. Al ser así, esta ofrenda da un testimonio sobre usted. Cuando usted le presta atención a su marido, a su esposa, a su profesor en el salón de clases, a su jefe, a su empleado, al pastor, usted da un poco de usted. En su trabajo, se preocupa por llegar puntualmente y hacer lo mejor que puede, independientemente si su jefe, su cliente o sus compañeros lo merezcan. Usted lo hace porque su trabajo es su ofrenda y su testimonio.
La historia de Caín y Abel, hermanos que Le entregaron ofrendas a Dios, demuestra que uno fue aceptado y el otro rechazado. Podemos destacar la índole de cada uno por las ofrendas que presentaron. Abel agradaba a Dios por su ofrenda.
Quién sacrifica en el Altar no debe preocuparse si será atendido. Cuando su sacrificio es perfecto, él sigue intercediendo por usted, porque es un testimonio infalible. Por eso, usted debe esmerarse en las cosas que hace, pues, la fe se expresa en lo que usted ofrece.
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