Ildegar: “En mi infancia sufrí mucho, tenía miedo, por la gente armada que nos venía a amenazar, querían desalojarnos. Un vecino nos prestó un galpón para vivir, tuvimos que irnos. Desde ese momento tuve problemas. Todos los días, a las 17 h, me escondía para llorar. Un día, al verme mi mamá, preguntó qué pasaba: yo temía que ellos murieran.
Cuando me casé pensé que seríamos felices, pero de un momento a otro todo fue para atrás. Una vez, encontré a mi marido con otra mujer. Hoy me doy cuenta de que fue una maldición, fueron muchos golpes y traiciones.
A la noche, tomaba pastillas para dormir. Los chicos se enfermaban, todo era un caos. Mientras, trabajábamos para los médicos, solo para subsistir. En Buenos Aires creímos que la situación sería mejor. Empeoró, porque él me amenazaba con cuchillos, lo denunciaron, pero no firmé; tenía la esperanza de que podría cambiar. Sin embargo, casi me mató y nos separamos. En lo que respecta a la salud, no podía pisar por el dolor en los pies y tenía quistes en las mamas.
Conocí la Universal y cuando me di cuenta, ya no sentía molestias, podía dormir, me sentí en paz. Supe que, con Jesús, todo iba a salir bien; a pesar de no tener lugar para vivir y que no sabía qué hacer. Me hice diezmista, participé de los propósitos, logré una casa y la amoblé, aunque no tenía condiciones.
Nunca más pasé necesidades y todos mis hijos están prosperando. Uno de ellos se curó de epilepsia y encontró a Dios.
El Señor me da las posibilidades de hacer todo. Él es el primero en mi vida, es maravilloso, mi todo. Dios nos cuida, le agradezco, porque a pesar de haber sufrido tanto, Lo pude encontrar”.
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