Susana Benítez pasó la mitad de su vida sintiéndose culpable, el dolor le dejó el alma rota y no sabía cómo continuar: “Cuando perdí una bebé, comenzó mi depresión. Tenía un mes y medio al fallecer. Estuve enojada con Dios muchos años. Tengo otras dos hijas, en ese momento eran chicas y yo no quería nada. Agarraba la ropa de la criatura y creía que la tenía en mis brazos, que la estaba amamantando. Con el tiempo, pensé que había superado todo, pero empecé con ataques de pánico; a ver sombras, escuchaba que me nombraban. Al no poder dormir estuve medicada, tenía que tomar una pastilla y tomaba tres, para dormir 15 minutos por día. Ya me había divorciado en el tiempo que mis hijas se convirtieron en adolescentes, les pegaba y las insultaba. Rompía todo, buscaba una pelea, nadie me entendía o eso creía. No sabía reír, había perdido la alegría. Empezaba a fumar cigarrillos a las 19 y lo hacía hasta el otro día, así terminaba dos atados.
Me enfermé, tenía dolores de cabeza, eran como martillazos. Cada vez que me levantaba, recordaba mis problemas y el mundo se venía abajo”.
Una carga insoportable
“A todo eso se agregaron los problemas económicos porque no podía salir a trabajar. Tenía pánico social, me ahogaba, sufría desmayos, me transpiraban las manos. Hacía dos cuadras en colectivo y debía bajarme para seguir caminando. El peor momento fue cuando lastimé a mi hija y empecé a autoflagelarme. Sin embargo, me veía cobarde, no me animaba a cortar más profundo. Me decía: ‘por qué no te cortás y terminás con tu vida’. Estaba planeando ahorcarme, tenía una soga, todo listo para hacerlo. En mi cabeza escuchaba: ‘animate, que así terminan tus problemas, si no servís para nada’. Me invitaron a la Universal, fui, pero estaba temblando. Participé de una reunión y ese mismo día pude dormir. Durante meses luché para liberarme, no me perdonaba, me acusaba constantemente. Había pasado por varios abusos y eso también me marcó”.
Tiempo de comenzar una nueva historia
Ella intentó seguir, se apoyó en Dios, pero había situaciones que no podía resolver, necesitaba superar el dolor. Fue allí que tuvo la oportunidad de participar del Ayuno de Daniel y el Espíritu Santo reconstruyó su alma: “Pasé por muchas dificultades durante el propósito, pero yo pedía fuerzas. Al trabajar 12 horas todos los días, el cansancio físico me agobiaba. Pero yo oraba tres veces al día. Durante el Ayuno de Daniel, me perdoné, porque fui tan mala con mis hijas. Me culpaba porque había perdido a mi bebé, por no cuidar el embarazo. Eso me atormentó casi la mitad de mi vida. Fue muy duro hasta que encontré la paz, fueron noches sin dormir, medicada y hasta con tratamiento psicológico. Oré, Lo busqué y fui bautizada en el Espíritu Santo. El Señor Jesús es todo para mí, me ayudó a superar lo que viví. Entendí que Dios tuvo misericordia, mientras que en el momento que estuve mal; yo le echaba la culpa por todas mis desgracias”.
Susana tiene una nueva oportunidad y quiere aprovechar cada instante: “No es fácil para la persona que está enojada con Dios y yo las comprendo. Pero en mí, sucedió un cambio interior. El Espíritu Santo me devolvió la vida, supe lo que era el amor y quiero que todos Lo conozcan”.
La oportunidad para una transformación interior
Así como Susana encontró alivio para su alma atormentada, miles de personas buscan paz. Pasan años sin encontrarla, hasta que aceptan la ayuda de Dios.
Desde el 22 de septiembre hasta el 13 de octubre, la Universal propone acercarnos al Señor Jesús para lograr una transformación interior.
En esos días, el Espíritu Santo será una prioridad, al participar del Ayuno de Daniel.
No solo será la abstinencia de la información secular. Sino una oportunidad para hacer un análisis de su vida.
Es necesario autoevaluarse como está escrito en 2º Corintios 13:5: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”.
No es posible agradar a alguien de forma pasiva, es preciso actuar. Debemos renunciar al rencor, a la amargura, a la tristeza y al pasado que todavía nos lastima. El Obispo Macedo señala que este propósito es para los que creen, independientemente de la edad o la religión: “…Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Si usted está sediento, esta es su oportunidad”.
Si usted quiere la ayuda de Dios y conocer más acerca del Ayuno de Daniel, no espere más. Acérquese a la Universal más próxima a su domicilio, este domingo a las 9:30.