En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías, hijo de Amoz, y le dijo: Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás.”, (Isaías 38:1 LBLA).
Cuando uno recibe la noticia de que le quedan días de vida, puede llegar la desesperación. Ezequías recibió esa revelación directamente de Dios. Podría haber entrado en pánico, pero no: “Entonces Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor, y dijo: Te ruego, oh Señor, que te acuerdes ahora de cómo yo he andado delante de Ti en verdad y con corazón íntegro, y he hecho lo bueno ante Tus ojos…”, (Isaías 38:2-3 LBLA).
Para que vea que todos pasamos por problemas. Pero, cuando la persona obedece la Palabra de Dios, tiene moral para pedirle justicia.
Él abordó tres puntos: Primero, “acuérdate de que he andado en verdad”, “con corazón íntegro” e “hice las cosas que te agradan”. Su oración fue corta: “… y Ezequías lloró amargamente. Entonces la palabra del Señor vino a Isaías, diciendo: ‘Ve y di a Ezequías: Así dice el Señor, Dios de tu padre David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; he aquí, añadiré quince años a tus días’”, (Isaías 38:4-5 LBLA).
Él reclamó los derechos de una vida basada en la Palabra de Dios y dio testimonio de su conciencia. Primero volvió el rostro a la pared en dirección del Templo y luego subió allí. Además de sanarlo, el Señor prometió que vería el bien de Jerusalén en todos sus días. Por eso, Dios le dijo que haría retroceder la sombra de los grados como señal.
Ezequías reclamó una vida con la conciencia limpia, fue la desesperación de un inocente. De todas formas, aunque estemos ante un caso perdido, si apelamos con fe y sinceridad al Altísimo, seremos socorridos por Él.
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