Dicen que los hombres son más visuales que las mujeres y, por eso, están sujetos a los estímulos de lo que ven. En teoría, eso quiere decir que sería más difícil –y no imposible– para el sexo masculino resistir a los apegos visuales.
Independientemente del género, la visión genera efectos poderosos en el cerebro humano y ocupa gran parte de la capacidad del procesamiento diario de lo que el cuerpo percibe por medio de los sentidos. Ocurre que la visión impacta directamente en las emociones y en los hombres eso sucede con más fuerza.
Fue lo que reveló un estudio de la Universidad Emory, en Atlanta, Estados Unidos. El sistema límbico, que controla las emociones –compuesto por el hipotálamo, el hipocampo y la amígdala– está directamente estimulado por lo que la persona ve. Sin embargo, en los hombres ese estímulo es considerablemente mayor que el de las mujeres.
Debido a eso, el hombre normalmente prefiere consultar un mapa a pedir informaciones acerca de una localización; resolver un problema personalmente o por fotos y videos, en lugar de solo escuchar para llegar a una solución; y es más estimulado sexualmente a través de lo visual –mientras que las mujeres, generalmente, son más estimuladas a través de las palabras. Por lo tanto, en teoría, muchos hombres terminan por desviar, mirar y enfocarse en la silueta de una mujer al caminar por la calle, por ejemplo, o al cambiar el canal de televisión.
El problema está en los pensamientos y en las consecuencias negativas que esta visión puede generar, como se menciona en la investigación de la Universidad de Emory. La visión genera una emoción, que provoca un pensamiento y, como consecuencia, produce una acción, pero es la persona la que determina si quiere o no el enfoque de la visión en el mismo lugar.
En el caso de la televisión, por ejemplo, le corresponde al que tenga el control remoto decidir si cambia el canal o si se mantiene en el mismo y, así, incentivar a la mente a los malos pensamientos. Le corresponde a la persona desviar su mirada para que también se desvié del mal que eso le causará.
La visión es solo la puerta de entrada para el problema, como ya se dijo, pero depende del dueño del cerebro permitir que lo que entró permanezca o no. Espiritualmente, eso tiene un fuerte significado, pues sabemos que buena parte de la caída en pecado comienza por la visión, que puede generar la codicia y el deseo de sensaciones que no son beneficiosas.
Por lo tanto, le corresponde “entrenar” sus ojos y no permitir que estos le provoquen emociones y actitudes que puedan, incluso, aparentar que le harán bien a corto plazo, pero que, a mediano y a largo plazo, les causarán sinsabores y traumas a sí mismo y a los demás. Como dice la Biblia: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas…” (Mateo 6:22-23).
Siendo así, es conveniente evitar ver lo que pueda hacerlo caer en tentación. La mente calcada en la voluntad de Dios no da lugar a la vieja excusa de que “la carne es débil”. Los hombres no fueron creados para que sean débiles. Y los sabios saben que pueden tener la fuerza de Dios, si le dan el debido valor.