Así como es imposible mantener el matrimonio sin el sacrificio de la pareja, también es imposible mantener un pacto con Dios sin el sacrificio personal.
El sacrificio de renuncia a sí mismo, el sacrificio del peso de la cruz y el sacrificio de andar en los pasos de Jesús, día tras día, hasta la muerte.
El pacto, la alianza, la sociedad o el matrimonio exigen entrega, dedicación y fidelidad. O sea, fe y amor.
Además del Calvario, el Señor Jesús continúa sacrificando al tolerar nuestras fallas y debilidades diarias.
Por eso, de nuestra parte, tenemos que abnegar la voluntad propia, soportar la cruz del rechazo de los hijos del mundo y andar en las pisadas de Él día tras día.
¿Es fácil?
No, no lo es.
Pero, ¿quién prometió facilidades en la conquista del Reino de los Cielos?
Jesús advierte que la puerta es estrecha, y el camino es angosto y pocos la hallan. Mateo 7:14
Dijo también que:
“… desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.” Mateo 11:12
Por lo tanto, quien cree que Jesús ya sacrificó y que no hay necesidad de sacrificar también va al infierno, incluso creyendo en Jesús.
El Reino de los Cielos no es para indolentes, perezosos o para quien quiere facilidades.
Quien quiere facilidad que tome sopa de lombriz.