Sergio Fleitas comenzó con los vicios a los 18 años, consumía cigarrillos, alcohol y drogas. Por años consumió cocaína de manera esporádica con sus amigos, pero fumaba dos paquetes de cigarrillos por día y tomaba bastante. Tenía trabajo, pero los ingresos no le alcanzaban para mucho más que para comer.
“Mi sueño era tener mi casa, mi familia y un vehículo. A los 19, con mucho esfuerzo, pude comprarme con sacrificio un terreno y comencé a construir mi casa. Conocí a mi esposa, ella soportaba que los fines de semana yo desapareciera con mis amigos para tomar y drogarme. Cuando regresaba a casa, mi familia ya no era una familia, no me importaba lo que ella me decía, solo discutíamos, por eso estuvimos separados durante tres meses.
Yo había conocido la Universal, durante un año había participado de las reuniones pero me aparté y cuando no soportaba más vivir así, regresé. Fue necesario que yo cambiara para recuperar a mi esposa y a mi hija.
Económicamente estaba mal, no tenía dinero ni para comprar calzado porque mi esposa estaba enferma y los ingresos se iban en mis adicciones y en sus remedios. Ella y una de mis hijas eran asmáticas, había que salir corriendo al hospital, era un desastre”, cuenta.
Un amigo lo invitó nuevamente a la iglesia y comenzó a participar, le costó afirmarse, pero se entregó a Dios. Su esposa ya iba a las reuniones y empezaron a luchar juntos. Un año después Sergio cosecha los resultados de su fe. “Ahora no hay peleas ni vicios, tenemos paz en la casa, mi esposa y mi hija fueron curadas del asma, yo fui curado de una úlcera. Ni agua podía tomar el último tiempo, ahora puedo comer todo lo que necesito. Perseverando en la Hoguera Santa conseguí mi carnicería con almacén, en diciembre abrí un local en mi casa. Conquisté un mercado propio y en esta última Hoguera Santa pude comprar una camioneta 0 km. La Hoguera Santa es todo o nada, Dios responde cuando hacemos un pacto con Él”, afirma sonriendo.
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