El libro de Éxodo hace revelaciones sobre la obediencia de Moisés a Dios y, sobre todo, sobre su relación con Él. “Y el Señor acostumbraba hablar con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo…” (Éxodo 33:11). Esta relación, que comenzó en el Monte Sinaí -lugar de sacrificio- se estableció a partir de la disposición que Moisés demostró. No todos están dispuestos a escuchar a Dios como Moisés, porque no todos son los que, sensibles a la voz del Espíritu Santo, se ponen en la posición de oyentes espirituales. Al principio, Moisés intentó presentarle a Dios sus excusas, pues no se creía capaz. Sin embargo, tuvo que posicionarse. Y su historia nos muestra qué elección tomó.
Para tener una vida de profunda intimidad con Dios, como Moisés, y para ser dueños de una fe tan atrevida como la que él presentó, es necesario elegir entregarse a Dios completamente. Esa elección da trabajo: exige disposición para enfrentar los propios miedos y sacrificar por el bien más grande, que es la Salvación, todos los días.
Muchos creen que tienen una fe genuina, pero tienen una fe ingenua. Una prueba de esto es que, cuando se encuentran en un desierto espiritual, se quedan perdidos por ahí, pues en realidad, se encontraban espiritualmente debilitados.
Aunque hayan pasado miles de años, todos nosotros debemos lidiar con las dificultades y vencer enemigos, incluyendo a nuestros propios sentimientos. Además, todos podemos entender, que la liberación de la esclavitud, de los dolores y del pasado están al alcance de cada uno de nosotros. El Altar es el camino.