“Y Moisés subió a Dios; y el SEÑOR lo llamó desde el monte…” (Éxodo 19:3)
¿Qué monte fue ese? El Monte Sinaí, el más importante. El único monte al que Dios descendió en la Tierra para librar a Su pueblo que estaba humillado en Egipto.
Como dijo el obispo Macedo: “No hemos venido a hacer turismo…” No hay nada turístico allí, solo hay piedras.
“Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí” (Éxodo 19:4).
Nosotros somos esa casa. Él los había traído a Él como nos trajo a nosotros. Lo que más Le interesa a Dios somos nosotros.
“Ahora, pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5).
Imaginemos lo que significa ser especial tesoro de Dios. ¡Nada ni nadie puede tocarnos!
“Y vosotros Me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa…” (Éxodo 19:6).
¿Qué es un reino de sacerdotes? Es un reino de personas que sirven al Señor Jesús. ¿Y qué es ser gente santa? No es gente sin pecado, sino gente separada para Él.
Cuando la persona recibe el Espíritu Santo pasa a ser propiedad exclusiva de Dios. ¿Y quién puede tocar lo que es de Dios? ¿Quién puede tocar al que vive debajo de Sus alas, como dice el Salmo 91? Cuando la persona entrega toda su vida en el Altar, Dios la hace Su especial tesoro.
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