“Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz”. Romanos 8:6
El Señor Jesús dijo que quien es nacido de la carne es carne y quien es nacido del Espíritu es espíritu (Juan 3:6).
Quien todavía es carne (vieja criatura) no se inclinará, o sea, no se someterá a la acción del Espíritu Santo. Y quien es espíritu (nacido de Dios) no se someterá a los deseos de la carne.
Así, en el mundo espiritual, no hay indefinición: la persona es luz o es tinieblas; es de Dios o es del diablo.
Vivir en la carne es atender a la voz del corazón, que es desesperadamente perverso y engañoso (Jeremías 17:9).
El corazón ha sido el motivo de sufrimiento y de la ruina de mucha gente. Si embargo, cuando la persona se somete a la voz del Espíritu Santo (obedece la Palabra de Dios), se torna lo suficientemente fuerte para resistir a los requerimientos carnales y mantenerse salva en la presencia de Dios.