Graciela nos cuenta su experiencia con Dios: “Cuando llegué a la Iglesia, tenía cáncer de piel. Era desesperante, no vivía, sobrevivía. Fue terrible, era como si tuviera lepra. Sufría por la enfermedad e intenté quitarme la vida en varias ocasiones. Ya no le encontraba sentido a la vida y los médicos me habían dicho que iba a tener eso el resto de mi vida, tenía vergüenza de mí misma.
Hasta que un día me invitaron a participar de las reuniones. Hice lo que me orientaron, hacía todo lo que se decía en las reuniones. Hasta que un domingo me dieron el aceite, lo empecé a usar y al poco tiempo fui totalmente curada, gracias a Dios”.
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