“El alma que pecare, esa morirá…” Ezequiel 18:20
El pecado es un espíritu. Así como existe el espíritu de la enfermedad, el espíritu del vicio, el espíritu del asesinato, el espíritu de la pedofilia, el espíritu de la mentira, el espíritu de la prostitución, el espíritu del engaño, de la corrupción, del robo, etc., etc. Todo y cualquier pecado carga en sí un espíritu maligno.
Su objetivo es promover la injusticia, el desorden y la rebeldía contra el Reino de la Justicia – el Reino de Dios. Más allá de eso, conducir el alma humana al infierno – Cuartel general del Imperio de la Injusticia y fuente de los espíritus malignos. Es hacia ese lugar que van todos los que mueren en la injusticia.
“Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.” Génesis 4:7
En otras palabras, Dios le dijo a Caín: “Si hicieres el bien, Yo lo aceptaré, pero, si hicieres el mal, el pecado está a la puerta de tu alma, y sobre ella será el deseo del pecado, pero te corresponde a ti dominarlo.”
Cuando el SEÑOR dice que el pecado “está a la puerta”, confirma la existencia de la entidad espiritual maligna capaz de generar el pecado que conduce a la muerte. Pero si la persona es poseída por el Espíritu de Dios, el espíritu del pecado no tiene dominio sobre ella: “Porque el pecado (espíritu del pecado) no tendrá dominio sobre vosotros; pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.” Romanos 6:14
Como espíritu maligno, el pecado habla, instruye, inspira y sopla sus pensamientos de duda, a fin de influir en la elección incorrecta de los desprevenidos e ingenuos. La persona que le obedece, automáticamente, se torna sierva de él. Y cuanto más peca, más esclavizada queda.