Para protegernos físicamente de los peligros de la nueva pandemia del COVID-19, todos hemos sido guiados reiteradamente con respecto a la higiene de las manos, de la ropa, de las secreciones corporales, entre muchas otras recomendaciones.
Pero, para los que creen en Dios, también hay otra forma de protección disponible frente al caos instalado. Se trata de la protección espiritual que proviene del trono del Altísimo para los que Lo buscan.
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor: esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en Quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Sus plumas te cubrirá, y debajo de Sus alas estarás seguro; escudo y adarga es Su verdad.” Salmos 91:1-4
No estoy habilitada para hablar de ciencia, medicina o política, pero puedo hablar con seguridad sobre la Palabra de Dios, que es apta y eficaz para discernir todas las circunstancias del mundo en todas las generaciones, pueblos y culturas, incluido el momento turbulento que estamos pasando.
Muchos asocian vivir en seguridad con el lugar donde viven y con los bienes que poseen, pero este concepto fue completamente sacudido por la amenaza avasallante del coronavirus. Países que hasta entonces tenían una alta tasa de IDH (Índice de Desarrollo Humano), un excelente sistema de salud y una economía saludable, están viendo que nada de eso ha sido suficiente para proteger a su población.
La reacción que el Señor Jesús dijo que la humanidad tendría al pasar por algunos acontecimientos en los últimos días se cumple:
“… desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra…” Lucas 21:26
Millones de personas están encerradas en sus hogares, aterrorizadas por la posibilidad de enfermarse y ni siquiera encontrar una cama de hospital o un ventilador mecánico que os ayude a respirar.
Mientras que algunos se desmayan por miedo a la enfermedad, otros se desmayan por la hecatombe financiera que están sufriendo.
Hace décadas que no se ve al continente europeo parado, con fronteras cerradas y un país con miedo de lo que sucede en el país vecino. Si la depresión ya es un problema grave en muchas naciones europeas, ¡imagínese ahora después de esta ola avasallante de pánico y aislamiento!
Por eso, no podemos dejar de hablar de la fe, porque es el único poder suficiente para superar los tiempos difíciles. Por más que los escépticos ignoren e incluso se burlen de nuestras palabras, hay un lugar secreto, hay una protección espiritual que viene de lo Alto para quien busca al SEÑOR Dios en los días de crisis. Él ofreció un lugar seguro para abrigarnos de los peligros de este mundo, y es un tonto el que desprecia Su abrigo. No necesitamos desmayarnos del terror, mucho menos, desesperarnos ante la noticia de que la economía va a derrumbarse o que las reservas de alimentos y medicinas no serán suficientes.
Tampoco necesitamos tratar de entender todo y tener todas las respuestas, porque hay intereses que desconocemos. Pero, incluso con todo esto, podemos dormir y despertar en paz, con la certeza de que estamos siendo guardados por el Dios que nos hizo la invitación de escondernos bajo Sus alas.
Entonces, la mejor acción para nuestros días es buscar al Altísimo con todas nuestras fuerzas. Si usted está apartado de la fe, regrese. Arrepiéntase de sus pecados y comience una nueva caminata con Dios. Si ya Lo busca, intensifique su comunión diaria con Él.
Estamos en oración por los profesionales de la salud, quienes, incluso expuestos al riesgo de contaminación y exhaustos, atienden a los que llegan afligidos en los hospitales.
Oramos por infectólogos que valientemente trabajan para socorrer a los enfermos graves. Clamamos por los científicos para que descubran nuevos medicamentos que combatan a este mal. Oramos, principalmente, para que las personas infectadas tengan una buena recuperación y, pronto, puedan regresar a su vida normal.
Estamos juntos, por la fe, con aquellos que están solos en “cuarentena” sin poder disfrutar de la compañía de sus seres queridos.
Oramos por los ancianos y los grupos en riesgo, para que mantengan su fe y ánimo de vivir en alta.
Y sepan que, este momento difícil va a pasar y, todos nosotros, sacaremos grandes lecciones de esta lucha que enfrentamos.
Hoy más que ayer, tenemos que predicar con osadía el Evangelio, pues solo él es poder de Dios para salvación (en todo sentido) de aquel que cree.