¿Cuántas veces usted ya dijo: “no puedo”, “no lo lograré”, “no saldrá bien”, “no sirve de nada intentarlo” y cosas semejantes? No todos lo saben, pero estas son señales de que la incredulidad y/o el pesimismo está en su interior.
Estos dos puntos son verdaderos venenos para la fe, y le impiden ver la grandeza del Altísimo. En la caminata del pueblo hebreo rumbo a la Tierra Prometida, ellos vivieron varias situaciones que mostraron los efectos de estos en la vida del ser humano.
Una de ellas fue cuando Moisés ordenó que algunos hombres espiaran Canaán, con el fin de tomar posesión de ella. Ellos volvieron para contar lo que vieron, pero 10 de ellos fueron pesimistas e incrédulos. Solo dos, Josué y Caleb, mostraron un espíritu diferente y, por eso, entraron a la Tierra Prometida (Lea la historia completa en Números 13:25-33).
Hay una guerra espiritual en nuestra mente todos los días, es allí donde el mal logra vencernos. Él trabaja para que usted piense que nunca será alguien en la vida, que nunca vencerá, que no es lo suficientemente capaz, que nunca realizará su sueño. Y, cuando no lo logra, usa la boca de alguien para que le diga todo eso.
Por eso, es muy importante que esté atento, elija bien sus compañías y lo que alimenta en sus pensamientos. Su éxito o su fracaso están en su mente. Usted puede tener un diploma, capacidad, inteligencia, pero si es débil en la mente, si el mal domina su cabeza, no hay nada que hacer.
Actitudes para cambiar
Tres actitudes que usted debe tener para cambiar su interior. Vea cuáles son:
1º Declare que en Dios usted todo lo puede y no se incline ante el problema
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Filipenses 4:13
2º Dios es fiel y usted debe ser fiel a su pacto
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…” Efesios 3:20
3º Tenga actitud y sea fuerte
“Levántate, porque esta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo; esfuérzate, y pon mano a la obra.” Esdras 10:4
El Señor habló con usted, lo bendijo, lo liberó. Sin embargo, ahora usted debe actuar, poner sus ideas en práctica, ¡ser fuerte! Recuerde: Dios no hará lo que usted debe hacer.