En algunas ocasiones, la Palabra de Dios produce dos tipos de efectos en las personas: enojo, cuando se les dice la verdad, o arrepentimiento cuando se dan cuenta de que decepcionaron al Señor.
“Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” 2 Corintios 7:8-10
El apóstol Pablo había escrito una carta a la iglesia de Corintios con una connotación brusca para que las personas se convirtieran de sus malos caminos. No obstante, Pablo se lamentó al saber que los cristianos de aquel lugar se habían entristecido porque se dieron cuenta de que habían deshonrado a Dios con sus vidas.
La tristeza a la que hace referencia el apóstol en el versículo es la que se produce cuando alguien escucha la Palabra de Dios y reconoce sus errores. Este tipo de dolor interno es completamente diferente al del mundo, porque hace que las personas abandonen el pecado para hacer la voluntad del Señor. En cambio, los que se enojan cuando escuchan la verdad y no cambian, se dirigen a la muerte eterna.
No todos están dispuestos a escuchar las palabras duras de Dios ni mucho menos obedecerla, pero los que lo hacen, serán salvos.
¿Y, usted?, ¿cómo reacciona cuando la verdad le es revelada?