Cuando el ser humano gasta su energía pensando en los malos recuerdos o en las ofensas que recibió de alguien, no logra ser feliz, porque los sentimientos negativos lo mantienen preso al pasado y esclavo de lo que le sucedió.
A causa del rencor, las familias se destruyen, las amistades se terminan y, en algunos casos, la salud de la persona puede resultar afectada.
Nadie puede controlar las malas actitudes de los demás, pero puede tener dominio de sí mismo, al no dejarse llevar por los impulsos de su corazón. En otras palabras, la persona puede tomar la decisión de perdonar.
Lea atentamente lo que dijo el Señor Jesús acerca de esto:
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial…” Mateo 6:140
Algunas personas se quedan resentidas por las ofensas que reciben de las demás, sin embargo, no se dan cuenta de que también pueden lastimar a otras al hablar o actuar de mala manera. Dios es misericordioso, pero justo. Por ese motivo, si alguien desea recibir el perdón de Dios, primero debe perdonar a quienes lo ofendieron. Al fin y al cabo, no podemos exigir el perdón de Dios y el de las personas a las que lastimamos si no somos capaces de practicar esa virtud.
¡Limpie su corazón y viva más liviano!
La felicidad es el resultado de las buenas decisiones que usted toma en la vida, por eso, el perdón es fundamental para vivir con la conciencia tranquila y en paz. No espere más tiempo para limpiar su interior del rencor o del odio, tome hoy la actitud ¡y libérese de ese sentimiento maligno!