La variedad de tipos de hombres es muy grande, pero nos detendremos en los que están cambiando siempre: los insatisfechos. Aunque no se pueda estimar cuántos son, podemos afirmar que hay una gran cantidad. Antes de hablar de ellos, cabe aclarar que no hay nada de malo en cambiar. Las personas cambian y, en muchos casos, eso representa evolución.
Por ejemplo, si un hombre pasó un período de su vida profesional haciendo un buen trabajo en una determinada función y recibe una promoción, se trata de un cambio positivo. Sin embargo, con los insatisfechos el tema no es tan sencillo. No es casualidad que muchas personas los confundan con los exigentes. En algunas actitudes, ellos incluso pueden tener alguna similitud, pero son más diferentes de lo que se imagina.
El hombre exigente quiere cambiar lo que está mal y hacer lo que es mejor para resolver una determinada situación. En cambio, el insatisfecho quiere cambiar todo, todo el tiempo y, muchas veces, sin un motivo plausible para hacerlo. Es fácil identificarlo: el insatisfecho tuvo varias novias y no se casó. Si formó una familia, también se separó muchas veces y se está preparando para el próximo casamiento. También suele tener problemas laborales: se queja de todo y casi nunca permanece en un trabajo.
El dicho popular “la piedra que rueda no crea musgo” se adapta perfectamente al hombre insatisfecho. Él no se aferra a nada y, muchas veces, no le da valor a lo que debe valorar. No obstante, debe tener cuidado, porque esta cuenta incluye el matrimonio, los hijos, el trabajo, los amigos y, cuando se dé cuenta de lo que está sucediendo, ya habrá perdido todo y no tendrá cómo volver atrás.
El problema es que para los insatisfechos, cuanto más tengan, por ejemplo: la ropa de las mejores marcas, el mejor auto, la mansión más linda y cara, más feliz serán. No entienden que, como en el antiguo juego para niños de encajar las piezas y figuras geométricas, el círculo no entra en el agujero cuadrado y el triángulo no entra en el espacio del rectángulo. En la vida real no es diferente, las personas y las cosas a veces no encajan.
La impresión que se tiene es que el hombre insatisfecho siente un vacío desde que era niño. Ese vacío, esa carencia, esa búsqueda de la felicidad y del valor propio se resume en su búsqueda de cosas y personas, porque el mundo aplaude a los ricos. Sin embargo, esa postura se debe, principalmente, al hecho de que, en el fondo, tal vez él sea bastante inmaduro y tenga dificultad para lidiar con los problemas. Lo peor es que, en realidad, todos los hombres pasan por dificultades, pero los insatisfechos no quieren asumir la responsabilidad y el desgaste de lidiar con las adversidades, pero ellas siempre existirán, aunque se cambie de trabajo o de matrimonio.
Si usted se dio cuenta de que tiene problemas para lidiar con sus insatisfacciones, debe cambiar lo más rápido posible, aunque no de la manera en que lo hacen los insatisfechos. No sienta vergüenza de buscar ayuda para mejorar. La base para ese cambio positivo y satisfactorio es Dios.
Entender esta verdad es el primer paso para buscar el Espíritu Santo. No obstante, para que sea verdadero, debe dar ese primer paso.