Según una investigación, realizada por los organismos de salud privados y públicos de Suecia junto con la Universidad de Indiana, Estados Unidos, la aparición de la depresión en la infancia y adolescencia puede intensificar el riesgo de padecer una serie de enfermedades en la vida adulta y también aumentar la probabilidad de muertes precoces.
A pesar de que el estudio se llevó a cabo en Suecia durante 30 años, según los autores, refleja una tendencia mundial. Se investigó y analizó la vida de jóvenes nacidos entre 1982 y 1996, hasta el 2013. Uno de los resultados fue que la depresión desencadenó un proceso nocivo en sus organismos; esto les provocó varias enfermedades, entre ellas: hepatitis virales, trastornos del sueño, problemas cardíacos y otras patologías psicológicas además de la depresión, causando muertes precoces no solo por estas afecciones, sino también por el suicidio.
Antes que nada, ¿qué provocó la depresión en los niños? El estudio indica que el cuadro depresivo se ocasionó o se agravó debido a factores como: el gran distanciamiento afectivo entre ellos y las personas importantes de sus vidas, por ejemplo, familiares y amigos; pero, sobre todo, a causa del creciente uso de las redes sociales y del aumento del tiempo en internet o delante de las pantallas.
Los investigadores notaron que la generación estudiada también muestra un mayor índice de competitividad (por encima del saludable), individualismo, presión por las exigencias sociales, exposición exagerada en las redes sociales, insatisfacción con la propia apariencia debido a los patrones establecidos por los medios de comunicación y por reflejarse en la felicidad de los demás y no en la propia. También por el bullying, el cyberbullying, etc.
La organización Mundial de la Salud (OMS) confirma el estudio sueco. En la última década, indicó una explosión de casos de depresión y ansiedad entre los jóvenes. Además, alertó sobre los peligros actuales y futuros de esos males. Incluso, la institución destacó que estamos atestiguando el surgimiento de una generación más enferma que la anterior, tanto física como psicológicamente, y con mayor riesgo de mortalidad precoz.
El estudio también mostró que, para reducir las causas de depresión, es extremadamente importante disminuir el tiempo que el niño pasa en el ambiente virtual y aumentar el de la convivencia familiar, que construye un cimiento psicológico bastante útil para resistir los problemas por los que futuramente pueda pasar.
No obstante, hay otro aspecto a considerar. Otras investigaciones demuestran, todo el tiempo, como contribuye una base espiritual fuerte para dificultar el surgimiento de los males físicos y mentales, e incluso para evitar que surjan.
El obispo Edir Macedo, en su blog, recuerda que, “como un mal estrictamente espiritual, la depresión sobrepasa los límites de la materia del cuerpo físico. Ella huye del control de la ciencia, porque se trata de una posesión maligna del alma”. Incluso cuestiona que, “al ser un mal del alma, ¿qué remedio físico puede curarla? El alma humana sufre de depresión porque en ella hay dudas que le producen preocupaciones, ansiedades e inquietudes interminables. ¿Quién puede sanar el alma a no ser el Espíritu del Salvador?”.
Si el espíritu está mal, todo estará mal. Por eso, la familia debe cumplir la función de proteger, cuidar y educar a los niños emocional y espiritualmente, para que ellos no formen parte de estas estadísticas, que sirven para alertar a la población de que aún hay tiempo para buscar la transformación y el cambio necesario.
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