Lo que fortalece la fe es la Palabra de Dios. Ella viene directamente al encuentro de nuestras necesidades, alimenta y fortalece nuestra alma, y proporciona paz, esperanza y fe. Una de las palabras que nos sustenta es la promesa del Señor Jesús que dice: «Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre…», Juan 14:16.
El Consolador es el Espíritu Santo, quien se mueve sobre todas las personas, pero solo desciende sobre la que se rinde al Señor Jesús. Porque solo Él puede bautizar con el Espíritu Santo, después de que la persona Le entrega su vida 100 %.
Lo que sucede es que muchas personas aún no Lo recibieron, porque mantienen parte de sí en su ser. Es decir, no sirve entregarle el 99 % de la vida, es todo o nada. Jesús tiene que ser el primero, por eso, Él es Señor.
Solo hay relación entre el Señor Jesús y los que realmente Lo sirven con sus vidas. En otras palabras, no es solo dar el diezmo y las ofrendas, orar o ayudar a los demás en la iglesia. Si Él no es el primero en la vida de la persona, ella no Lo sirve de verdad y, consecuentemente, no tiene el derecho de recibir Su Espíritu.
Por lo tanto, usted puede esforzarse todo lo humanamente posible, pero, si no elige a Jesús como el Señor de su vida, no será bautizado en el Espíritu Santo.