En la oración sacerdotal, el Señor Jesús dijo: «Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que Me diste; porque Tuyos son…», Juan 17:9. ¿Usted sabía que en ese momento Jesús no oró por todos, sino por los que se entregaron a Él? Esto sucedió porque no todos querían abandonar sus pecados y servirlo.
El Señor Jesús también dijo que cada persona tiene el poder de decidir seguirlo o no, como está escrito: «Ninguno puede servir a dos señores (…) No podéis servir a Dios y a las riquezas», Mateo 6:24. Dios es único, mientras que las riquezas son cualquier otra cosa de este mundo que ocupa el primer lugar en su vida, por ejemplo, su familia, su dinero, sus sueños o proyectos personales.
Los que decidieron, por libre y espontánea voluntad, seguir al Señor Jesús fueron incluidos en Su oración para que el Padre los guardara. Él no oró por las iglesias o por las denominaciones cristianas, sino por las personas que el Padre Le dio, porque el Padre sabe quiénes son los que prefieren las riquezas de este mundo en lugar de Su Hijo.
Todos tienen el poder de decidir. Las personas que no se preocupan por su Salvación se quedan atrás y fuera del plan de Dios. Sin embargo, las que deciden negar su carne, sus voluntades, morir para este mundo y vivir solo para agradarlo, reciben al Espíritu Santo, y Él les da el privilegio de tener la alegría completa de Su Hijo Jesús por toda la eternidad.
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