Nadie puede negar los beneficios que el internet les proporcionó a todos. Por este medio, es posible hacer compras, transferencias bancarias, participar de cursos y reuniones e incluso comunicarse con personas de todo el mundo. Durante la pandemia, el internet fue fundamental para la interacción entre las personas, lo que impactó en las relaciones interpersonales de una manera que nunca se vio. Actualmente, cuando las personas dicen que hablan con alguien, la mayoría de las veces, quieren decir que su contacto es a través de las redes sociales.
Los hombres, generalmente, también se insertan en este contexto, y este medio influye tanto en sus vidas como en sus relaciones. Si antes, con la televisión, todos eran afectados de alguna manera por lo que este medio les dictaba, con el internet esto parece que se intensificó. Incluso, las presiones de la industria de belleza, la búsqueda del cuerpo perfecto y la exigencia de estar siempre en la moda, usando la marca más conocida y costosa, además de estar al tanto de los chismeríos sobre la farándula parecen haber aumentado y son la tónica de las redes sociales. Todo esto afecta a los incautos.
Lo peor de todo es que muchos no logran mantenerse intactos y entran en ese juego como si sus vidas dependieran de la cantidad de reacciones y visualizaciones o de los comentarios que otros les hacen en las publicaciones. No nos referimos aquí a los que trabajan con internet y cuyos resultados profesionales se basan en estos indicadores, sino a los hombres que sienten la necesidad de que otros les comenten todo lo que publican, para el bien o para el mal, sin tener una finalidad definida, a no ser la exposición de lo que piensan y hacen, a veces sin ningún criterio.
Por más inocente que cualquier publicación pueda parecer, dependiendo de lo que se dijo o mostró, un video o una foto pueden revelar los lugares que usted frecuenta, mostrar dónde vive, la escuela en la que su hijo estudia o lo que tiene, entre otras cosas. El sentido común debería usarse antes de cualquier publicación, sin embargo, la verdad es que muchos parecen haber perdido completamente el discernimiento y sobrepasan las líneas que jamás deberían sobrepasarse.
Son hombres que aún no lograron entender que el internet es una herramienta que ellos deben controlar, y no controlar sus conductas. En el fondo, ellos tienen un vacío que no logran explicar y que tratan de aplacar usando las redes. Aún no entendieron que, aunque el internet sea importante, las relaciones de la vida real deben mantenerse.
En el fondo, necesitan fortalecer su contacto con Dios para comprender que la vida es mucho más de lo que se ve en las redes. La felicidad y la paz tan deseadas no son virtuales, aunque muchos dicen que hay otra vida en el metaverso, un mundo virtual que intenta replicar la realidad usando dispositivos digitales. No. La verdadera vida es al lado de Dios, algo que depende tan solamente de una verdadera entrega espiritual que ocurre en el Altar. A partir de ese momento, las necesidades del hombre son suplidas, porque entiende que no está solo. Sobre esto, dice la Biblia: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece», Filipenses 4:13. Si usted notó que está en este conflicto entre la vida real y la virtual, dé un paso en dirección a Dios. Él terminará con ese problema.