Por alguna u otra razón, muchos cristianos decidieron abandonar la fe en el Señor Jesús para seguir sus propios caminos, aun sabiendo cuáles son las consecuencias de esa elección.
Algunas personas comienzan bien en la fe, pero luego se cansan de perseverar al no ver los resultados que esperan. Otras, en cambio, por no vigilar, vuelven a la práctica del pecado y a la antigua vida que habían dejado atrás. Por lo tanto, ante esta triste situación, ¿cómo permanecer en la fe sin desfallecer?
Hace siglos atrás, cuando el apóstol Pablo iba de un lugar a otro para llevarle el Evangelio al mayor número de personas, se enteró de que los cristianos en Gálatas estaban alejándose del Señor:
“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros. Decidme, los que queréis estar bajo la Ley: ¿no habéis oído la Ley?” Gálatas 4:19-21.
El error de los gálatas, al igual que el de muchos, fue haber dejado de vivir en el espíritu para actuar conforme a la carne, es decir, de acuerdo con sus propias voluntades. Cuando una persona deja de lado la unción que Dios le dio y empieza a tener malos ojos hacia los demás, a ser maliciosa, a juzgar, a rodearse de personas que no le aportan nada bueno a su fe, entre otras cosas, se convierte en una esclava de la carne y en una enemiga de la fe.
Por ese motivo, antes que nada, es fundamental que la persona nazca de Dios y reciba el Espíritu Santo. De lo contrario, cualquier situación la debilitará y la alejará del Señor Jesús.
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