Aun siendo pagano, el carácter de Abraham llamó la atención de Dios. Su conducta de fidelidad hacia su esposa, Sara, revelaba cómo él honraba la palabra que le empeñaba a alguien.
Y este es uno de los aspectos importantes para los que desean ser bendecidos. “Si usted quiere ser una persona bendecida, comience por honrar su palabra”, orientó el obispo Macedo en una reunión. Al adoptar eso como una práctica constante, él explicó que la persona pensará de acuerdo con el Altísimo: “Dios piensa así. Él es Palabra y honra Su palabra. Todas las que Él empeñó, las cumplió”.
Por eso, no está mal afirmar que en la palabra de una persona también está su carácter. La persona puede tener una vida irresponsable en sus relaciones amorosas, puede robar o practicar otro tipo de pecado, pero, si valora el honor de la palabra, revela que carga en su interior el sentido de lo que es justo. “Y ese sentido de carácter es algo de Dios en la persona, aunque ella ni siquiera sea bautizada en las aguas”, observó el obispo.
Cuando Dios habla
Al ser llamado, Abraham no vio a Dios. Y aunque, tal vez, él estuviera con otras personas, solo él escuchó la voz del Altísimo.
¿Y cómo Dios habla? “En el intelecto”, explicó el obispo. Y, cuando Él habla, Su voz es poderosa y convence.
A modo de ejemplo personal, el obispo recordó el momento en el que escuchó la voz de Dios y decidió abandonar sus proyectos personales para predicar el Evangelio.
“La voz de Dios habló conmigo, en medio de la calle. Era cerca del mediodía, con el sol a pleno en Río de Janeiro, en el centro de la ciudad. Caminaba con los libros debajo del brazo, y, en el medio del camino (cuando pensaba en mis sueños, en mis proyectos), el Espíritu Santo me dijo: ‘¿De qué te sirve ganar al mundo entero y perder tu alma?’”, contó.
El obispo reveló que, inmediatamente, aun sin nunca haber pensado en la hipótesis de ser un predicador, Dios lo convenció de lo que tenía que hacer de allí en adelante. Él enfatizó que es eso lo que sucede cuando Dios habla con una persona. Aunque quiera explicarle a los demás sobre lo que fue hablado, nadie la comprenderá, porque no fue con ellos que el Señor habló. Su voz se revela de manera personal y Él espera obediencia de parte de quien la escucha.
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