Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Josué 16
1 Tocó en suerte a los hijos de José desde el Jordán frente a Jericó (las aguas de Jericó) al oriente, hacia el desierto, subiendo desde Jericó por la región montañosa a Betel.
2 Seguía desde Betel a Luz, y continuaba hasta la frontera de los arquitas en Atarot.
3 Y descendía hacia el occidente al territorio de los jafletitas, hasta el territorio de Bet-horón de abajo, y hasta Gezer, y terminaba en el mar.
4 Recibieron, pues, su heredad los hijos de José, Manasés y Efraín.
5 Y este fue el territorio de los hijos de Efraín conforme a sus familias: el límite de su heredad hacia el oriente era Atarot-adar, hasta Bet-horón de arriba.
6 Y el límite iba hacia el occidente en Micmetat al norte, girando hacia el oriente en Taanat-silo, y continuaba más allá al oriente de Janoa.
7 Descendía de Janoa a Atarot y a Naarat, llegaba a Jericó y salía al Jordán.
8 De Tapúa el límite continuaba hacia el occidente hasta el arroyo de Caná, y terminaba en el mar. Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Efraín, conforme a sus familias,
9 junto con las ciudades que fueron apartadas para los hijos de Efraín en medio de la heredad de los hijos de Manasés, todas las ciudades con sus aldeas.
10 Pero no expulsaron a los cananeos que habitaban en Gezer; por tanto, los cananeos habitan en medio de Efraín hasta hoy, pero fueron sometidos a trabajos forzados.
Josué 17
1 Esta fue la suerte que le tocó a la tribu de Manasés, porque él era el primogénito de José: a Maquir, primogénito de Manasés, padre de Galaad, por cuanto era hombre de guerra, se le otorgó Galaad y Basán;
2 y echaron suertes para el resto de los hijos de Manasés conforme a sus familias: para los hijos de Abiezer, para los hijos de Helec, para los hijos de Asriel, para los hijos de Siquem, para los hijos de Hefer y para los hijos de Semida; estos eran los descendientes varones de Manasés, hijo de José, conforme a sus familias.
3 Sin embargo, Zelofehad, hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos, sino sólo hijas; y estos son los nombres de sus hijas: Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa.
4 Y ellas vinieron delante del sacerdote Eleazar, delante de Josué, hijo de Nun, y delante de los principales, diciendo: El Señor mandó a Moisés que nos diera una heredad entre nuestros hermanos. Así que según el mandato del Señor, él les dio heredad entre los hermanos de su padre.
5 Y a Manasés le tocaron diez porciones, además de la tierra de Galaad y Basán que está al otro lado del Jordán,
6 porque las hijas de Manasés recibieron heredad entre sus hijos. Y la tierra de Galaad perteneció al resto de los hijos de Manasés.
7 Y el límite de Manasés se extendía desde Aser hasta Micmetat, que estaba al oriente de Siquem; entonces el límite iba hacia el sur hasta los habitantes de En-tapúa.
8 La tierra de Tapúa pertenecía a Manasés, pero Tapúa en el límite con Manasés pertenecía a los hijos de Efraín.
9 Y el límite descendía hasta el arroyo de Caná, hacia el sur del arroyo (estas ciudades pertenecían a Efraín entre las ciudades de Manasés). Y el límite de Manasés estaba al lado norte del arroyo, y terminaba en el mar.
10 El lado sur pertenecía a Efraín, el lado norte a Manasés y el mar era su límite; y lindaban con Aser al norte y con Isacar al oriente.
11 En Isacar y en Aser, Manasés tenía Bet-seán y sus aldeas, Ibleam y sus aldeas, los habitantes de Dor y sus aldeas, los habitantes de Endor y sus aldeas, los habitantes de Taanac y sus aldeas, y los habitantes de Meguido y sus aldeas; la tercera es Náfet.
12 Pero los hijos de Manasés no pudieron tomar posesión de estas ciudades, porque los cananeos persistieron en habitar en esa tierra.
13 Y sucedió que cuando los hijos de Israel se hicieron fuertes, sometieron a los cananeos a trabajos forzados, pero no los expulsaron totalmente.
14 Entonces los hijos de José hablaron a Josué, diciendo: ¿Por qué me has dado sólo una suerte y una porción como heredad, siendo yo un pueblo numeroso que hasta ahora el Señor ha bendecido?
15 Y Josué les dijo: Si sois pueblo tan numeroso, subid al bosque y limpiad un lugar para vosotros allí en la tierra de los ferezeos y los refaítas, ya que la región montañosa de Efraín es demasiado estrecha para vosotros.
16 Y los hijos de José respondieron: La región montañosa no es suficiente para nosotros, y todos los cananeos que viven en la tierra del valle tienen carros de hierro, tanto los que están en Bet-seán y sus aldeas, como los que están en el valle de Jezreel.
17 Y habló Josué a la casa de José, a Efraín y a Manasés, diciendo: Eres un pueblo numeroso y tienes gran poder; no te tocará sólo una suerte,
18 sino que la región montañosa será tuya. Porque aunque es bosque, la desmontarás, y será tuya hasta sus límites más lejanos; porque expulsarás a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y aunque sean fuertes.
Salmos 148
1 ¡Aleluya! Alabad al Señor desde los cielos; alabadle en las alturas.
2 Alabadle, todos sus ángeles; alabadle, todos sus ejércitos.
3 Alabadle, sol y luna; alabadle, todas las estrellas luminosas.
4 Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos.
5 Alaben ellos el nombre del Señor, pues El ordenó y fueron creados;
6 los estableció eternamente y para siempre, les dio ley que no pasará.
7 Alabad al Señor desde la tierra, monstruos marinos y todos los abismos;
8 fuego y granizo, nieve y bruma; viento tempestuoso que cumple su palabra;
9 los montes y todas las colinas; árboles frutales y todos los cedros;
10 las fieras y todo el ganado; reptiles y aves que vuelan;
11 reyes de la tierra y todos los pueblos; príncipes y todos los jueces de la tierra;
12 jóvenes y también doncellas; los ancianos junto con los niños.
13 Alaben ellos el nombre del Señor, porque sólo su nombre es exaltado; su gloria es sobre tierra y cielos.
14 El ha exaltado el poder de su pueblo, alabanza para todos sus santos, para los hijos de Israel, pueblo a El cercano. ¡Aleluya!
Jeremías 8
1 En aquel tiempo —declara el Señor— sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén;
2 y los esparcirán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y sirvieron, y a quienes siguieron, a quienes buscaron y adoraron. No serán recogidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la faz de la tierra.
3 Y escogerá la muerte en lugar de la vida todo el remanente que quede de este linaje malvado, los que queden en todos los lugares adonde los he arrojado —declara el Señor de los ejércitos.
4 Y les dirás: “Así dice el Señor: ‘Los que caen ¿no se levantan? El que se desvía ¿no se arrepiente?
5 ‘¿Por qué entonces este pueblo, Jerusalén, se ha desviado en continua apostasía? Se aferran al engaño, rehúsan volver.
6 ‘He escuchado y oído, han hablado lo que no es recto; ninguno se arrepiente de su maldad, diciendo: “¿Qué he hecho?” Cada cual vuelve a su carrera, como caballo que arremete en la batalla.
7 ‘Aun la cigüeña en el cielo conoce sus estaciones, y la tórtola, la golondrina y la grulla guardan la época de sus migraciones; pero mi pueblo no conoce la ordenanza del Señor.
8 ‘¿Cómo decís: “Somos sabios, y la ley del Señor está con nosotros”?, cuando he aquí, la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas.
9 ‘Los sabios son avergonzados, están abatidos y atrapados; he aquí, ellos han desechado la palabra del Señor, ¿y qué clase de sabiduría tienen?
10 ‘Por tanto, daré sus mujeres a otros, y sus campos a nuevos dueños; porque desde el menor hasta el mayor todos ellos codician ganancias; desde el profeta hasta el sacerdote todos practican el engaño.
11 ‘Y curan a la ligera el quebranto de la hija de mi pueblo, diciendo: “Paz, paz”, pero no hay paz.
12 ‘¿Se han avergonzado de la abominación que han cometido? Ciertamente no se han avergonzado, tampoco han sabido ruborizarse; por tanto caerán entre los que caigan, en la hora de su castigo serán derribados’ —dice el Señor.
13 ‘Ciertamente los destruiré’ —declara el Señor—; ‘no habrá uvas en la vid, ni higos en la higuera, y la hoja se marchitará; lo que les he dado, pasará de ellos.’”
14 ¿Por qué estamos aún sentados? Congregaos, y entremos en las ciudades fortificadas, y perezcamos allí, pues el Señor nuestro Dios nos hace perecer y nos ha dado a beber agua envenenada, porque hemos pecado contra el Señor.
15 Esperábamos paz, y no hubo bien alguno; tiempo de curación, y he aquí, terror.
16 Desde Dan se oye el resoplido de sus caballos; al sonido de los relinchos de sus corceles, tiembla toda la tierra; vienen y devoran la tierra y cuanto hay en ella, la ciudad y los que en ella habitan.
17 Porque he aquí, yo envío contra vosotros serpientes, áspides contra los cuales no hay encantamiento, y os morderán —declara el Señor.
18 Mi tristeza no tiene remedio, mi corazón desfallece en mí.
19 He aquí la voz del clamor de la hija de mi pueblo desde una tierra lejana: ¿No está el Señor en Sion? ¿No está su rey en ella? ¿Por qué me han provocado con sus imágenes talladas, con ídolos extranjeros?
20 Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvados.
21 Por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo estoy quebrantado; ando enlutado, el espanto se ha apoderado de mí.
22 ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? ¿Por qué, pues, no se ha restablecido la salud de la hija de mi pueblo?
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