¿Quiénes son los hijos de Dios? ¿Qué dice la Biblia? No lo que dice un pastor o un predicador, sino lo que está escrito en la Palabra de Dios.
“En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él, pero el mundo no Lo conoció. A lo Suyo vino pero los Suyos no Lo recibieron. Pero a todos los que Lo recibieron, a los que creen en Su Nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron no de sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón sino de Dios”. Juan 1:10-13
Entonces, los hijos de Dios son los que creen en Su Nombre y Lo reciben. Los que Lo recibimos somos hechos hijos de Dios.
Cuando le decimos que usted tiene que nacer de nuevo, es que tiene que nacer del agua y del espíritu, no de nuevo del vientre de su madre como creía Nicodemo.
El Señor Jesús le dijo a Nicodemo que, a pesar de ser un maestro, no entendía, porque el Señor Jesús le estaba hablando de un nacimiento espiritual, del agua y del Espíritu.
Del agua es de la Palabra de Dios, que lava nuestros pensamientos, cuando usted empieza a leerla sus pensamientos son lavados. Y del Espíritu es cuando usted recibe el Espíritu Santo y entonces pasa a ser hijo de Dios.
Entonces no todos son hijos de Dios, sino solo los que Lo reciben y creen en Su Nombre. No son los que son engendrados de varón, sino los que oyen y obedecen Su Palabra y tienen el ADN DIVINO:
El Señor Jesús, el Hijo de Dios, nos concedió el poder de que tengamos ese mismo privilegio, honra y dignidad por medio de Su Nombre. Por lo tanto, la familia del Altísimo jamás deja de recibir hijos entre todas las naciones, pueblos y generaciones. El rechazo de los judíos a Jesús promovió el mensaje de Salvación a toda la humanidad. Así, en todas las épocas, personas que no son descendientes naturales de Abraham, pero que se han rendido a la fe genuina en el Enviado de Dios y pasan por la experiencia del nuevo nacimiento, reciben el derecho de tornarse hijos del Altísimo. Por lo tanto, la creencia de que todos son hijos de Dios, inclusive aquellos que están caídos en el pecado, no tiene fundamento.
Un hijo de Dios no quiere el mal de nadie, no traiciona, no miente, no es deshonesto, y tiene el ADN de su Padre.
Piense en eso.
Dios le bendiga.