Cuando hablamos de distracciones, pensamos de forma equivocada, que se trata solo de unos momentos de distensión o de algo que hacemos para relajarnos, como ver una película, por ejemplo. Sin embargo, al contrario de lo que se piensa, distraerse es entretenerse en algo que no debería recibir atención en ese momento.
Y esto no es algo difícil en una era en la que somos bombardeados por tantas cosas que requieren nuestra atención. ¿Quién nunca accedió a internet a través de su celular con el objetivo de resolver algo, y, cuando se dio cuenta, ya estaba hace algunos minutos entretenido con las redes sociales y no resolvió nada? El resultado es la sensación de que el tiempo está pasando demasiado rápido y de que nunca tenemos horas suficientes para hacer todo lo que necesitamos, lo que genera ansiedad y frustración. Al final del día, muchas personas se sienten sobrecargadas y sin saber qué hacer con la propia vida.
Además de las pérdidas en la salud, en la familia y en el área profesional, el mayor perjuicio que las distracciones provocan es en el alma, porque esta tiene la necesidad de conectarse con el Creador (Eclesiastés 3:11).
Alma viviente y espíritu vivificante
La falta de atención con el alma puede comprometer su destino en la eternidad. En otras palabras, el que no le da la debida atención puede perder su Salvación. Para que una persona sea una ciudadana del Reino de los Cielos, necesita nacer del Espíritu Santo, es decir, necesita recibir de Dios la naturaleza celestial, que es una transformación completa de su interior y de su mente. Por eso, tenemos la necesidad de recibir al Espíritu Santo, porque solo Él puede hacer que una persona se asemeje al Señor Jesús.
El obispo Edir Macedo explicó que amar a Dios es obedecer Sus enseñanzas. El propio Jesús dijo que el que hace eso recibirá de Su parte otro Consolador, que es el Espíritu Santo. Solo cuando esto sucede la persona se vuelve espiritual. Hasta ese momento es un alma viviente y su naturaleza es carnal. «Cuando la persona es alma viviente, no tiene la capacidad, no tiene las condiciones de agradar a Dios porque es carnal», destacó el obispo, ya que es necesario ser espiritual para hacer la voluntad de Dios.
El proceso de volverse una persona espiritual, como explicó el obispo, sucede cuando el Señor Jesús la transforma en espíritu vivificante a través del nuevo nacimiento, que es cuando la persona recibe la naturaleza Divina por medio del Espíritu de Dios. Por eso, él enfatizó la importancia de invertir en el bautismo con el Espíritu Santo, porque solo con la naturaleza espiritual se podrá permanecer por toda la Eternidad.