Un año más comenzó y, con él, las personas proyectaron planes para alcanzar sus sueños, como casarse, tener un hijo, comprar la casa o un auto cero kilómetros, alcanzar el éxito económico o ascender en una carrera prometedora, entre otros. Son muchos los objetivos para conquistar una vida exitosa que involucran diversas áreas. Para muchos, por ejemplo, la meta en 2023 se resume en esculpir el cuerpo ideal y, para eso, invertirán en el gimnasio, en dietas y en procedimientos estéticos o quirúrgicos. Pero ¿y en cuanto al alma? ¿Qué planea usted para su futuro?
La Palabra de Dios dice que todo ser humano está formado por cuerpo, espíritu y alma. Así, cuando la muerte llega, su cuerpo vuelve al polvo de la tierra, su espíritu regresa a Dios y, a partir de entonces, comienza la eternidad del alma, como se describe en Eclesiastés 12:7: “Entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio”. Por ser eterna, el alma es la parte más importante de esa trinidad que forma al ser humano, tanto que es representada por el corazón, órgano central del cuerpo y fuente de los malos designios (Mateo 15:19). Es el alma la que se alegra, se entristece, siente los sinsabores y desea los placeres. Es decir, es la fuente de todos los sentimientos.
Sin embargo, aun teniendo esa importancia, el alma es, la mayoría de las veces, ignorada y, por no ser visible como el cuerpo, muchas personas se olvidan de su existencia. Entonces, los planes para su futuro no son tenidos en cuenta. Lo que la mayoría desconoce es que su destino es determinado por las elecciones que hace en lo cotidiano.
La mayor inversión
Desde el nacimiento, el hombre vive en búsqueda de lo que sacie los anhelos de su alma y, consciente o no, sus aspiraciones impregnan su interior en todas las fases de la vida. Sin embargo, ninguna de estas es capaz de traer la satisfacción completa del alma. Eso solo ocurre con la Presencia de Dios.
El obispo Edir Macedo afirma en su libro Secretos y Misterios del Alma que las personas ven diariamente que ocurren situaciones inesperadas, como el diagnóstico de una enfermedad, una traición, el divorcio o la pérdida de un ser querido, y que, en esos momentos, los bienes materiales, la posición en la sociedad y la belleza física no los sustentan para que tengan una reacción positiva. Al contrario, como es el alma la que siente el dolor, no hay un remedio físico para ella. “Usted puede incluso anestesiar o calmar su cuerpo para engañar a sus pensamientos; pero, tan pronto pase el efecto, el deseo de desaparecer surgirá”, destacó.
Muchas enfermedades incluso no se originan en el cuerpo, sino en el alma, aunque los síntomas sean físicos. Por eso, priorizarla es la mayor inversión que alguien puede hacer. “La máxima ‘mente sana, cuerpo sano’ no es otra cosa que tener espíritu, alma y cuerpo viviendo en perfecta armonía. Cuando invertimos en la parte espiritual, el cuerpo encuentra su realización y el fin para el cual fue creado: ser el templo del Espíritu Santo, la habitación del Dios Vivo”, escribió el obispo.
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