El ayuno que agrada a Dios no se limita a un período determinado, sino a toda una vida. El ayuno que Él desea es una conducta diaria, un estilo de vida en el que se hace el bien naturalmente como siendo un hábito, nuestro alimento y el pan de cada día.
Los hipócritas pensaban que privarse de alimentos y cambiar sus rutinas diarias y su apariencia física por un día, dos o tres… sería suficiente para agradar a Dios, pero, después de ese período, volvían a ser como siempre fueron: egoístas y fingidos. En Isaías 58, Dios enumera más de 10 actitudes que Le son agradables y solo una de esas se refiere directamente a Él mismo.
“Si por causa del día de reposo apartas tu pie para no hacer lo que te plazca en Mi día santo, y llamas al día de reposo delicia, al día santo del Señor, honorable, y lo honras, no siguiendo tus caminos, ni buscando tu placer, ni hablando de tus propios asuntos”. Isaías 58:13
Las otras acciones que deben ser practicadas en el ayuno están todas dirigidas al prójimo, a dar lo que tenemos, a preocuparnos no solo por suplir algo físico y material, sino también a preocuparnos por el espíritu, por el alma de las demás personas.
Muchos deciden convertirse en veganos por amor a los animales y, por esa motivación, cambian toda su forma de comer e incluso de vestirse. Es decir, hacen de todo todos los días en favor de la conservación en vida de los animales. No practican el veganismo una vez a la semana o al mes, ellos cambian toda su conducta definitivamente.
Ese fue el entendimiento que Dios me dio meditando en Isaías 58: el ayuno que agrada al Altísimo debe ser mi estilo de vida, mi conducta diaria, ¡mi religión!
“La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Santiago 1:27