“Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la Gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de Gloria en Gloria, como por el Señor, el Espíritu”. 2 Corintios 3:18
Este versículo nos enseña cosas maravillosas.
La primera es que el Señor Jesús ofreció Su vida en la Cruz por todos nosotros, sin excepción. Él dio Su vida por el mundo, por todos los seres humanos, por los que existían y por los que iban a existir, incluso llegó a orar por usted y por mí en el jardín del Getsemaní, antes de ser traicionado por Judas.
“Pero nosotros todos…”. 2 Corintios 3:18
Usted nunca va a poder decir que no sabía, no entendía o no podía aceptar creer en Él, porque Jesús Se dio por usted, ¡por todos nosotros!
“… con el rostro descubierto…”. 2 Corintios 3:18
Dios no acepta y no quiere que seamos fingidos, hipócritas. A los únicos a los que Jesús les dijo que ya estaban condenados, no fue a los cobradores de impuestos, a las prostitutas y a los malhechores, sino los religiosos e hipócritas, porque conocían la Palabra y sabían lo que tenían que hacer, pero desobedecían deliberadamente. Por eso Él los llamó “raza de víboras” y los confrontó, porque en el Templo hacían sus oraciones largas y bonitas para llamar la atención de los demás, pero solo eran palabras vacías. Él les dijo que “no por el mucho hablar seremos oídos”. Nada de religiosidad. Una cosa es la religiosidad y otra muy distinta la sinceridad.
Dios mira nuestro interior, y nuestro rostro refleja si hay hipocresía o sinceridad en nuestra mirada. Los ojos son el espejo del alma; Jesús dijo que si nuestros ojos son malos todo nuestro cuerpo estará lleno de tinieblas, y si nuestros ojos son buenos, sinceros, todo nuestro cuerpo estará lleno de Luz. Usted puede ser la persona más linda, saludable y famosa de Argentina, pero si sus ojos son malos hacia los demás, hacia las cosas de Dios y hacia usted mismo, su cuerpo se llenará de tinieblas, de fuerzas del mal, de una opresión espiritual.
“La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; cuando tu ojo está sano —pureza—, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando está malo —impureza—, también tu cuerpo está lleno de oscuridad”. Lucas 11:34
Por eso está escrito que debemos presentarnos a Dios con el rostro descubierto, sin hipocresía, sin manías, sin excusas, asumiendo lo que somos, confesando y reconociendo nuestros pecados, porque siempre que los reconocemos Él nos perdona. Jesús vino para perdonar y salvar, pero no puede perdonar y salvar a quienes cubren su rostro con el velo de la religiosidad, usando la caridad para aliviar su conciencia pesada de cosas malas que han hecho, pensando que haciendo caridad serán perdonados y salvos, lo cual los vuelve doblemente ignorantes.
Las religiones enseñan esto, pero la caridad es una obligación de todo cristiano, ayudar al prójimo es lo que está escrito, sin esperar reconocimiento de los demás. La persona falsa busca esconderse detrás de las obras de caridad, de una apariencia de persona justa, correcta y verdadera, pero, en ausencia de la pareja, de los hijos o de quienes la conocen, hace cosas terribles. Cuando estamos solos revelamos quiénes somos, qué pensamientos alimentamos, qué palabras decimos, a quiénes escuchamos, a quiénes vemos y qué vemos. Cuando estamos solos revelamos nuestro verdadero nivel espiritual, si es bajo, medio o alto. Si es alto, como dice el Texto Sagrado, incluso en ausencia de los demás, estaremos con el rostro descubierto, con sinceridad, en paz con nosotros mismos, en paz con Dios y en paz con el prójimo.
“… contemplando como en un espejo la Gloria del Señor…”. 2 Corintios 3:18
Cuando miro la Palabra de Dios, tengo que contemplar como en un espejo la Gloria del Señor. Es decir, cuando miro la Palabra de Dios, que me enseña a cuidar a mi pareja, a ser un padre presente, a ser responsable como ciudadano, tengo que hacer una autoevaluación de mí mismo: ¿cómo sigo a Dios?, ¿por qué y cómo vengo a Su casa, cómo subo a Su Altar?, ¿subo porque los demás suben o porque creo y realmente quiero al Espíritu Santo en mí para Glorificarlo?, ¿quiero las bendiciones para aparecer en las redes sociales de la Iglesia? Hay personas que buscan las bendiciones para ser vistas, reconocidas; para ser servidas, no para servir, por eso no reciben al Espíritu Santo.
“… estamos siendo transformados…”. 2 Corintios 3:18
Es un proceso, nadie cambia de la noche a la mañana. Tal vez usted no reprendió un pensamiento malo o dijo una mala palabra sin querer, pida perdón; tal vez estaba yendo muy bien en la fe y tuvo una recaída, pero eso no es para que tire la toalla y no vaya más a la Casa de Dios.
Es algo gradual, progresivo, todos nosotros estamos siendo transformados, ninguno ha alcanzado el mayor nivel que Dios quiere que alcancemos. Podemos mejorar como parejas, como hijos, como cristianos, como siervos de Dios, pero cada uno debe autoevaluarse, a solas, porque solo nosotros sabemos lo que alimentamos en nuestra mente y en nuestro corazón.
Todos queremos una vida realizada, transformada y completa, es una promesa de Dios, pero la condición es que no haya nada cubriendo nuestro rostro, desde el punto de vista espiritual. Él sabe quiénes somos, lo que sentimos, lo que cargamos, lo que deseamos, lo que necesitamos, pero quiere nuestra sinceridad y poder contemplarse como en un espejo, es decir, mirarnos y ver Su Palabra aplicada en nuestras vidas.
Las personas buscan la gloria, el reconocimiento de la sociedad, del mundo, por medio de una casa maravillosa, una cuenta bancaria llena de millones, automóviles importados de alta gama o ropa de marca.
Lo que Dios está diciendo es por nuestro bien: “Si quieres espejarte en alguna Gloria, espéjate en la Mía”. ¿Y sabe cuál es la mayor Gloria de Dios? Habitar dentro de nosotros y hacernos el templo del Espíritu Santo. Incluso, el único pedido que Jesús Le hizo al Padre fue el siguiente: “… que ellos sean uno en Mí, así como Yo soy uno en Ti”. La Gloria de Dios es Su Espíritu en nosotros. Cuando usted tiene al Espíritu Santo, tiene poder, paz, alegría y fuerza para resistir las tentaciones, vencer los malos pensamientos y superar tanto las traiciones como las persecuciones.
Nosotros hemos sido traicionados por personas que no valían nada para la sociedad, por las que dimos la vida, por las que luchamos, a las que les enseñamos la Verdad, pero que, después de conquistar algo, nos apuñalaron por la espalda. Sin embargo, no mataron ni matarán la fe y el amor que hay en nosotros, porque no nos espejamos en lo que hacen los demás, sino en lo que Dios hace, en Su Gloria, que es Su Espíritu Santo en nuestro interior, que nos da poder para dominar nuestros sentimientos y emociones, y no guardar rencor, no mentir, no desertar. Siempre habrá problemas, siempre seremos perseguidos, Jesús dijo que en el mundo seríamos odiados, pero que con Él venceríamos.
Sin el Espíritu Santo, que es poder, no aguantaríamos, seríamos débiles, emotivos, desanimados, apagados; aunque usáramos la mejor ropa y las mejores joyas, seríamos apagados. En cambio, con Él, aunque tengamos una edad avanzada, tendremos fuego, luz, transmitiremos vida y calor por medio de las palabras, de las actitudes, de la casa y del trabajo. Las personas nos mirarán y dirán: “¿Y él? ¿Qué le pasó? Yo quiero ese poder también”, y nosotros diremos: “Entréguese a Jesús y Él le dará el mismo poder que me ha dado a mí”.
“… estamos siendo Transformados en la misma imagen de Gloria en Gloria…”. 2 Corintios 3:18
Cuando permitimos que Dios nos señale lo que tenemos que cambiar, somos transformados, y esta transformación es de Gloria en Gloria, somos probados en la fe como Abraham, así como Ana. Todos los hombres y mujeres de Dios fueron probados, y, en cada prueba, situación, tentación o problema, tuvieron que elegir hacer su voluntad o la Voluntad de Dios, acercarse al Altar del Señor y entregarle lo que Él pedía, o retener y aferrarse a las bendiciones. Los que eligieron entregar su vida, su pasado y su manera de ser, fueron alumbrados por la Gloria de Dios.
La Gloria de Dios en el pasado fue reflejada por medio del Fuego que bajó en el Cenáculo y llenó todo el Templo. No se olvide, la Gloria de Dios es Luz, es Fuego, es Poder dentro de usted.
“… como por el Señor, el Espíritu”. 2 Corintios 3:18
Es el Señor el que nos transforma e influye en nosotros. No sea resistente al Espíritu Santo. Dios le pidió a Abraham su hijo y, después de que se Lo presentó, lo transformó en padre de naciones.
Los seres humanos a veces queremos algo que creemos que es todo lo que necesitamos, pero Dios tiene algo que va mucho más allá de lo que podemos imaginar.
Usted quiere disfrutar la vida, pagar sus deudas, casarse, entre otras cosas, y Dios Promete eso y mucho más. Hay cosas que puede alcanzar sin Su Gloria, pero tendrán una fecha de vencimiento, en cambio, si recibe al Espíritu de Dios… ¡Oh là là!
Obispo Júlio Freitas