La Biblia habla sobre la malicia que afectó a los cristianos que quitaron la atención de Jesús, de Sus Enseñanzas y de los primeros apóstoles y empezaron a enfocarse en personas, a ser maliciosos y a juzgar. Se titulaban cristianos, pero no practicaban las enseñanzas ni las doctrinas de Jesús.
Vea lo que está escrito, inspirado por el Espíritu Santo, 1 Corintios, capítulo 14, a partir del versículo 20:
“Hermanos, no seáis niños en la manera de pensar; …” 1 Corintios 14:20
Este mensaje es dirigido a los de la fe. Si uno piensa como niño es fácilmente engañado, manipulado, influenciado. Tenemos que ser sabios, alinear nuestros pensamientos con la Palabra de Dios y, si algo no está de acuerdo, no seguir ni aceptar eso, sea una palabra, una enseñanza o una conducta.
“… más bien, sed niños en la malicia, …” 1 Corintios 14:20
Los niños no tienen malicia porque en ellos hay pureza. Y el Espíritu Santo alerta para combatir esta bacteria que Dios no puede y el Espíritu Santo tampoco. Mi pareja no puede, nadie puede a no ser yo mismo. ¿Quién puede guardar mi mente, mis ojos, oídos, mi corazón de la malicia? Solo yo, eligiendo ser como un niño para la malicia, inocente, sin maldad.
“… pero en la manera de pensar sed maduros”. 1 Corintios 14:20
Es decir, adultos. Un adulto piensa en las consecuencias de sus actitudes, de su vocabulario, de sus amistades, de su conducta, de con quién y dónde anda, qué hace, cómo lo hace, por qué lo hace. Quien es maduro sabe que para cada acción hay una reacción.
Para quien ya conoce la Verdad la malicia es detectada por su propia conciencia, porque cuando su conciencia lo acusa es porque Dios, el Espíritu Santo, que es Mayor que nuestra mente, ya le acusó y lo reprobó para que tome la decisión de ser como un niño para la malicia, y adulto en la maneras de pensar.
Los que son maduros saben que las palabras son como semillas y por esa razón no aceptan, de ninguna manera, malas conversaciones.
Obispo Júlio Freitas