Pedro dio un discurso para los que vivían en Jerusalén en aquella época y todos quedaron sensibilizados.
Él dijo: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a Este Jesús a Quien vosotros crucificasteis, Dios Le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:36-38).
El protocolo para que una persona reciba el Espíritu Santo es: primero, tiene que arrepentirse, después tiene que ser bautizada en las aguas y, entonces, recibe el don del Espíritu Santo y el Cielo se abre. El bautismo en las aguas significa que la antigua naturaleza del individuo es sepultada. Lo que ocurre es que, muchas veces, las personas se bautizan para cumplir un Mandamiento de Dios, pero no porque quieren morir para el mundo. Entonces, no ocurre el milagro de la sepultura de la carne y vuelven a hacer las mismas cosas que hacían antes.
Es fácil bautizarse en las aguas y cumplir una obligación religiosa, pero lo que Dios ve es si la persona realmente tuvo la intención de comenzar una nueva vida, arrepintiéndose de sus pecados. Si la persona va al bautismo en las aguas con la intención de morir para el mundo y vivir para Jesús, el bautismo es válido y, entonces, recibe el Espíritu Santo.
Cuando Jesús fue bautizado en las aguas, al levantarse, los Cielos se abrieron. Él oyó la Voz del Padre diciendo:
“… Este es Mi Hijo amado en Quien Me he complacido” (Mateo 3:17)
y el Espíritu Santo descendió sobre Él. Y es eso lo que tiene que sucederte a vos también.
El arrepentimiento no es un sentimiento, sino una actitud. Entonces, si venías haciendo cosas incorrectas, es necesario que sacrifiques tu “yo”. Si estás dispuesto a todo para recibir el Espíritu Santo, arrepentite, dejá las cosas erróneas que venías haciendo hasta ahora y empezá a hacer lo correcto. Entonces, podés estar seguro de que Él vendrá a tu encuentro.
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