“Yo sufría de algo que la ciencia llama parálisis del sueño. Al principio pensaba que era una pesadilla. Me acostaba y sentía que un peso caía sobre mí, el ambiente frío, como cuando uno abre la puerta del freezer, hormigueo en todo el cuerpo, no podía moverme. Gritaba, pedía auxilio, socorro, pero la voz no me salía. El peso que sentía sobre mí me asfixiaba. Lo único que podía hacer era rezar el Padre Nuestro de forma continua hasta sentir que esa fuerza perdía peso y lograba pararme y prender la luz, cosa que después ya no pude hacerlo más.
Por otro lado, tenía problemas de vicios, no podía dejar de fumar. Tenía baja autoestima. Todos decían que yo era una persona inteligente, pero no me veía así. Me consideraba una persona incapaz. Me resultaba difícil relacionarme con la gente, era muy antisocial. También tenía problemas en mi economía. Empezaba un trabajo y, al poco tiempo, pasaba algo y me quedaba sin empleo. Además, padecía problemas de salud. Tenía anginas recurrentes. Los médicos me llegaron a hacer análisis para ver si tenía HIV porque no podían creer que yo recibiera una dosis alta de penicilina y a los 15 o 20 días volvía a tener la enfermedad.
En ese estado llegué a la Universal. Me costó porque tenía muchos prejuicios acerca de la iglesia. Creía que era una secta, que era satánica . Venía de una religióntradicional y realmente creíaque la Universal no era de Dios. Es más, recuerdo que cuando pasaba frente a la iglesia, me paraba en la puerta, miraba, veía a veces que las personas estaban con las manos levantadas y pensaba: ‘Dios mío, perdónalos porque no saben lo que hacen. Qué gente loca, qué gente hueca, no se dan cuenta’. Sin embargo, una tía había empezado a asistir a las reuniones y, al poco tiempo, se sanó de lupus, una enfermedad incurable. Yo había visto cómo ella estaba deteriorada y cómo, cuando empezó a participar de las reuniones, su vida cambió y su salud se restauró. Me había invitado a asistir muchas veces, pero, a causa del prejuicio que tenía, no aceptaba. Hasta que un día me cansó y le dije: ‘Bueno, está bien, voy a ir así te quedás tranquila. Te acompaño y listo, ya cumplo’. Fui con ella un viernes. Cuando entré, sentí una paz que hacía mucho no sentía. Me fui y dije: ‘Ya está, listo, cumplí, no voy más’.
Esa noche, me acosté, me dormí y me desperté al día siguiente a media mañana. Había dormido lo que en meses no dormía a causa del miedo, siempre lo hacía recién al amanecer. Sin embargo, ese día pude conciliar el sueño unas nueve horas seguidas. Entonces dije: ‘Wow, ¿qué pasó? ¿Me habrán hecho algo y no me di cuenta?’. Desde ese día logré dormir sin ningún problema. El miedo y el terror se habían ido. Comencé a participar todas las semanas de las reuniones, empecé a usar mi fe y logré ser libre de los vicios y de la baja autoestima. Lo más maravilloso que me pasó fue haber recibido el Espíritu Santo. Desde ese momento, cambié completamente.
Hoy mi realidad es diferente. Conseguí un trabajo estable, conocí a quien hoy es mi esposa, nos casamos y formamos una familia. No sufro más de parálisis del sueño. Mi vida está transformada”, relata Emilio y anima a los lectores a acercarse a la Iglesia Universal más próxima a su domicilio.
Emilio y su esposa asisten a la Iglesia Universal ubicada en Av. Gral. San Martín 3054, Florencio Varela, Bs. As.