“Cuando tenía diez años, mis padres siempre se peleaban a causa de mi mal comportamiento. Yo pasaba mucho tiempo en la calle simplemente para que ellos me prestaran atención”, recuerda Leandro.
En busca de un escape, decidió probar los vicios. Al respecto, cuenta: “Comencé a fumar, a consumir marihuana, alcohol, a involucrarme en las noches y salir de fiesta. Así comenzó mi mala vida. Tenía amigos buenos, que no estaban en los vicios, pero tenía otros que me invitaban a robar y yo salía con ellos”.
“Tomaba pastillas y consumía drogas más fuertes para llenar ese vacío que sentía dentro de mí. A menudo, mi mamá salía a buscarme, y a veces me encontraba tirado en la calle, bajo los efectos de la droga”, añade.
Leandro recuerda que, ante los conflictos familiares, pensó en cometer un hecho trágico: “En un momento, al ver que mis padres discutían tanto, tomé la decisión de matar a mi papá. Lo quería golpear con un adoquín en la cabeza, pero mi mamá me frenó”.
“Ella siempre estaba triste, renegaba con mi papá y estaba planificando su muerte”, cuenta y agrega: “Hasta que en una ocasión llegó a mi casa una persona que la invitó a concurrir a la Iglesia Universal y empezó a asistir”.
Por su parte, Leandro continuaba hundiéndose más en la delincuencia. “Mi madre me había encontrado armas y drogas. Me advertía que, si yo seguía haciendo eso, iba a perder mi libertad, pero no prestaba atención. Hasta que la perdí, luego de cometer un robo. Estuve detenido durante cinco años y mi vida empeoró”, señala.
En cuanto a sus días tras las rejas, detalla: “Recuerdo que la primera noche que estuve en la celda hubo una masacre, peleas y sangre. En ese proceso, me convertí en una persona fría y más cruel”.
“Un día, estaba en la celda haciendo zapping en la televisión, buscando una película, y me quedé mirando el programa de la iglesia. Un pastor hablaba acerca del arrepentimiento y de dejar atrás la vieja vida. Entonces, Le dije a Dios que, si Él me estaba escuchando en ese momento, no quería cumplir cinco años allí adentro. Además, Le prometí que, si yo salía de esa y veía a mi familia junta, iba a hacer Su voluntad. Al poco tiempo, recuperé mi libertad”, recuerda.
Cuando estuvo afuera, comenzó a concurrir a la Iglesia Universal. Leandro detalla que puso en práctica la Palabra y decidió bautizarse. “Mi carácter y mi forma de pensar cambiaron”, asegura y agrega: “No hice más todo lo malo que hacía antes, empecé a leer más la biblia e iba todos los días a la iglesia para purificarme. Eso me ayudó en mi proceso de liberación”.
En la actualidad, su realidad es diferente. “Ya no tengo pensamientos de venganza hacia mi papá, dejé atrás el orgullo, ya no soy rencoroso ni insensible, el vacío que sentía en mi interior lo llenó el Señor Jesús. Hoy soy una persona libre de las drogas, los vicios, la marihuana, la cocaína y el alcohol”, señala.
Por último, expresa: “Dios me bendijo con una esposa a quien amo, ella me ayuda, nos orientamos el uno al otro, tengo un matrimonio bendecido. Siento alegría, paz, estoy libre de los pensamientos de muerte. Me independicé, trabajo por mi cuenta y me va bien, pero nada se compara con lo más importante que es haber recibido el Espíritu Santo”.
Ellos asisten a la Iglesia Universal ubicada en Av. Bartolomé Mitre 3170, Moreno, Bs. As.